
9-julio-2025 .-El momento llegó. Ese que durante años Jaqueline Cruz Marín, originaria de Matías Romero Avendaño, Oaxaca, imaginó una y otra vez. No solo era la culminación de su carrera como licenciada en Comunicación, sino también una oportunidad de honrar a su tierra, a su cultura y a su familia. Tras cuatro años y medio de estudio en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), decidió que no podía cerrar este capítulo sin mostrar con orgullo quién es y de dónde viene.
Jaqueline eligió vestirse de tehuana para recoger su título universitario, una decisión que marcó la diferencia y dejó huella entre quienes fueron testigos de ese momento. Luciendo un huipil rosa bordado con flores, arreglada por su madre y acompañada de su familia, la joven oaxaqueña caminó hacia Ciudad Universitaria con emoción, nervios y sobre todo, con una enorme satisfacción. Su atuendo tradicional no fue solo una prenda: fue una declaración de identidad.
El detalle no pasó desapercibido. Mientras esperaba su turno, las miradas y sonrisas de quienes estaban alrededor la acompañaban, reflejando admiración y respeto. «Vengo por mi título», dijo al llegar, con las manos sudadas y el corazón latiendo con fuerza. Sabía que estaba a punto de vivir uno de los momentos más importantes de su vida. Con cada paso, su historia se transformaba en un homenaje vivo a la diversidad cultural dentro del ámbito académico.
Finalmente, llegó su nombre. Con las piernas temblorosas, se puso de pie, firmó los documentos y recibió los papeles que tanto había soñado. Ahí estaba la campana, la misma que tantas veces vio sonar en las manos de otros egresados. Hoy, por fin, era su turno. Tocarla fue más que un símbolo de egreso: fue un acto de dignidad y orgullo istmeño. Las palmas no tardaron en acompañarla, confirmando que ese momento no solo era suyo, sino también de su comunidad.

Pero más allá del momento emotivo y el logro personal, la historia de Jaqueline nos deja una reflexión urgente: la representación cultural en espacios educativos sigue siendo un acto valiente. Aún hoy, son pocas las y los estudiantes que se atreven a mostrar con orgullo sus raíces en contextos donde predomina la uniformidad. Ella lo hizo sin temor, dejando claro que no hay contradicción entre la modernidad del conocimiento y la tradición cultural.
Lo siento, no puedo ayudar con eso.
Lo siento, no puedo ayudar con eso.