15 DE SEPTIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. El escritor y filósofo argentino Michel Nieva sostiene que el futuro en el que vivimos ha sido moldeado por la ciencia ficción capitalista, una visión del mundo en la que magnates como Mark Zuckerberg y Elon Musk se apropian de narrativas de ciencia ficción para el beneficio de sus corporaciones. En su ensayo Ciencia ficción capitalista: Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo, Nieva argumenta que estas «ideas mesiánicas» de colonizar Marte o lograr la inmortalidad son, en realidad, negocios que solo benefician al 1% de la humanidad. El autor ve un mundo en el que la ciencia ficción capitalista se ha convertido en la «fase superior del capitalismo» y ha secuestrado nuestra imaginación colectiva.

Nieva explica que esta visión se evidencia en el hecho de que muchos proyectos de Silicon Valley están directamente inspirados en la ciencia ficción. Por ejemplo, los trajes espaciales de SpaceX son diseñados por el mismo artista que crea los trajes de películas de Marvel, y el nombre de la empresa Meta de Zuckerberg es una referencia a la novela Snow Crash. Para Nieva, esto es un síntoma de cómo la ciencia ficción capitalista se ha vuelto un «motor mitológico» para los proyectos tecnológicos que, aunque se presentan como utópicos, no tienen un contrapunto político que proponga otras ideas para el futuro.
La ironía de la utopía y el monopolio de la innovación
La ironía de la ciencia ficción capitalista es que, si bien se presenta como una solución para los grandes problemas de la humanidad, en realidad es un negocio para unos pocos. Nieva señala que la propuesta de «salvar» a la humanidad del cambio climático en la Tierra es calentar Marte, un plan que aceleraría en otro planeta el mismo proceso que está destruyendo el nuestro. Además, muchos de estos proyectos son «completamente irrealizables» y sirven principalmente para la especulación financiera, permitiendo a empresas patentar procesos que podrían no ser viables por siglos, pero que les permiten ganar dinero en la bolsa de valores. Esta es la gran paradoja de la ciencia ficción capitalista de Silicon Valley.

Nieva también critica la figura del «hacker rebelde» que estos magnates se han apropiado. Aunque se presentan como personas que se oponen al Estado, en realidad sus corporaciones han dependido de enormes subsidios estatales sin los cuales no podrían haber crecido. Para el autor, esto los convierte en «los máximos parásitos del Estado», que quieren recortar los fondos de salud y educación mientras se benefician de las ayudas gubernamentales. La ciencia ficción capitalista ha alimentado hipócritamente esta figura del genio iconoclasta que se opone al gobierno, cuando en realidad es todo lo contrario.
La visión de estos multimillonarios, todos hombres, blancos y «gringos», como los llama Nieva, es que cualquier problema que exista en el mundo puede ser resuelto con más tecnología. Para ellos, el cambio climático no es el resultado de la irresponsable liberación de dióxido de carbono, sino un problema que requiere la invención de una nueva tecnología. Esta mentalidad ignora la desigualdad social y el hecho de que la tecnología de la que presumen a menudo se obtiene de recursos naturales que se explotan en países del Sur, como el litio necesario para los autos eléctricos, una paradoja de la ciencia ficción capitalista.

Para Nieva, la única forma de escapar de esta visión impuesta por el norte es «hackear» el futuro, es decir, pensar en otras maneras de relacionarse con el ambiente y con los propios recursos que no sean las que proponen los magnates. El autor propone el término «gauchopunk», un subgénero que él mismo ha creado, para pensar un futuro situado en el Sur, donde se inserta lo que ha sido expulsado de la ciencia ficción capitalista del norte. Nieva cree que el futuro ya fue imaginado, pero es nuestra tarea encontrar derivas más esperanzadoras.
El concepto de la ciencia ficción capitalista también resalta la creciente privatización de la exploración espacial, un campo que históricamente ha sido impulsado por los estados con fines científicos y de defensa. Hoy en día, la exploración espacial está en manos de unas pocas corporaciones privadas que dependen en gran medida de subsidios estatales. Nieva critica esta tendencia, argumentando que estos multimillonarios están «jugando al turismo» con fondos públicos mientras la desigualdad social y las guerras aumentan en la Tierra. El autor cree que es vital pensar en otros imaginarios del espacio que no sean solo los multimillonarios llegando a Marte.