
Por Daniel Zovatto
Director-editor de Radar Latam 36
¿Guerra o disuasión? El dilema de Trump y la encrucijada de Oriente Medio
Donald Trump encara actualmente la que quizá sea la decisión más trascendental de su segundo mandato: ordenar o no un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes. La cuenta atrás —que la Casa Blanca ha fijado en dos semanas— coincide con la peligrosa escalada entre Irán e Israel.
En medio de misiles que ya alcanzan hospitales israelíes y de bombardeos preventivos sobre reactores nucleares iraníes, el presidente estadounidense debe evaluar si un golpe quirúrgico evitará que Teherán obtenga la bomba o, por el contrario, desatará una conflagración regional imposible de contener.
Lo que está en juego trasciende con creces la seguridad en Oriente Medio. En plena guerra en Ucrania, con el multilateralismo debilitado y una creciente erosión de las normas internacionales, cualquier decisión puede alterar de forma irreversible el equilibrio global de poder.
Una decisión binaria con consecuencias infinitas
El dilema parece reducirse a dos opciones. Pero ambas generan derivaciones imprevisibles:
• Opción uno: Permitir que Irán conserve intacta su infraestructura nuclear podría fortalecer los incentivos del régimen para dar el salto definitivo hacia el arma atómica, convencido de que su única garantía de supervivencia es la disuasión nuclear.
• Opción dos: Atacar Fordow —instalación subterránea oculta bajo 80 metros de montaña— requiere el uso exclusivo de la bomba GBU-57, en manos solo de EE. UU. Pero eso abriría una caja de Pandora: contaminación radioactiva, represalias contra Israel y bases estadounidenses, disrupciones en el comercio global y un posible incendio de todo Oriente Medio.
De la precisión quirúrgica a la “deriva de misión”
La historia reciente enseña que las guerras concebidas como intervenciones puntuales tienden a degenerar en compromisos prolongados. Afganistán e Irak son prueba viva de ello.
El primer ministro Benjamín Netanyahu presiona por una acción decisiva; mientras tanto, Teherán advierte que responderá con “fuerza total”. Una incursión estadounidense se percibiría como un alineamiento incondicional con Israel, alimentando la narrativa antiimperialista que el ayatolá Jameneí utiliza para cohesionar internamente al régimen.
La geopolítica del cálculo
Más allá del componente militar, la cuestión es esencialmente estratégica: ¿Repetirá Trump los errores cometidos por George W. Bush en la invasión a Irak? ¿O sabrá encontrar una vía diplomática que evite sumar una nueva “guerra eterna” al historial estadounidense?
El destino de Fordow simboliza esa encrucijada. La Casa Blanca afirma contemplar “una posibilidad sustancial de negociaciones”, pero el margen es estrecho. Mientras misiles iraníes impactan el hospital Soroka en Beersheba y bombardeos israelíes alcanzan reactores en Arak y Natanz, la ventana diplomática se cierra rápidamente.
El “wayout” propuesto por Haass: diplomacia con dientes
En este contexto, la propuesta del analista Richard Haass, publicada en el Financial Times, cobra especial relevancia. Haass, exdirector del Council on Foreign Relations y uno de los más respetados estrategas de política exterior en EE. UU., sugiere una alternativa diplomática concreta que merece ser considerada antes de que se dispare el primer misil americano.
La oferta, sostiene Haass, debe ser clara y contundente: Irán entregaría todo su uranio enriquecido, desmantelaría sus centrifugadoras y aceptaría inspecciones abiertas e ilimitadas por parte del OIEA. A cambio, obtendría alivio de las sanciones, un alto el fuego más amplio y la posibilidad de participar en un consorcio regional de enriquecimiento de uranio, exclusivamente con fines energéticos.
No sería la primera vez que la teocracia iraní acepta beber el “veneno” de la moderación. En 1988, el ayatolá Jomeini puso fin a la guerra contra Irak para salvar la revolución islámica. Hoy, su sucesor podría enfrentarse a una decisión similar.
Conclusión: entre el precipicio y el abismo
En un tablero global caracterizado por una policrisis —con múltiples amenazas simultáneas, desde Ucrania hasta Taiwán— y por una permacrisis, donde la incertidumbre se ha vuelto permanente, Trump enfrenta un dilema monumental.
Una decisión errónea podría convertir esta crisis en el catalizador de una catástrofe geopolítica sin precedentes. Por ello, urge que prime la racionalidad sobre la impulsividad. La vía diplomática no solo debe mantenerse abierta, sino reforzarse con inteligencia estratégica y visión de largo plazo.
Porque intentar neutralizar una amenaza a través del uso precipitado de la fuerza podría, paradójicamente, desencadenar la tormenta perfecta que redefina —para peor— la seguridad internacional por generaciones.
Es preocupante que se esté considerando un ataque a Irán. Esto solo podría traer más problemas y conflictos, en lugar de soluciones. La paz debería ser la prioridad, no la guerra.
Es preocupante que se esté considerando un ataque a Irán. La guerra nunca es la solución y solo trae más problemas. Es mejor buscar el diálogo y la paz, en lugar de arriesgar vidas y desestabilizar aún más la región.
Es preocupante que se esté hablando de un ataque a instalaciones nucleares, eso solo podría traer más problemas y tensiones en el mundo. Es mejor buscar soluciones pacíficas y evitar más conflictos.