12 DE SEPTIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. Australia, el país con las tasas de cáncer de piel más altas del mundo, se ha visto envuelto en un escándalo que ha sacudido la confianza de sus ciudadanos en la industria de la protección solar. Una investigación de una organización de defensa del consumidor, Choice Australia, ha revelado que varios de los protectores solares más populares del mercado no ofrecen el nivel de protección que prometen. Este hallazgo ha causado una reacción en cadena, con la retirada de productos de los estantes y una investigación en curso por parte del organismo regulador médico del país. El caso de una mujer llamada Rach, a quien le diagnosticaron cáncer de piel a pesar de su uso religioso de protector solar, se ha convertido en un símbolo de la frustración y la indignidad que muchos consumidores sienten.

La noticia ha caído como un balde de agua fría en una sociedad donde la conciencia sobre los riesgos del sol es muy alta y el uso de protectores solares es una práctica diaria. El informe de Choice analizó 20 productos y encontró que 16 de ellos no cumplían con el Factor de Protección Solar (FPS) indicado en su etiquetado. El caso más notorio fue el de un producto de la marca Ultra Violette, un protector solar que Rach había usado durante años, y que en las pruebas arrojó un FPS de solo 4, a pesar de anunciar un FPS 50+. Este tipo de discrepancias no solo engañan al consumidor, sino que también pueden tener consecuencias graves para su salud.
Un problema global: la regulación y las pruebas de los protectores solares
Aunque el escándalo se centra en Australia, la química cosmética Michelle Wong ha señalado que el problema «no es exclusivo de Australia». La investigación de la Australian Broadcasting Corporation (ABC) ha revelado que al menos la mitad de los productos que fallaron las pruebas de Choice fueron certificados por un mismo laboratorio con sede en Estados Unidos. Esta conexión apunta a fallas sistémicas en la forma en que se certifica la eficacia de los protectores solares a nivel internacional. Las pruebas de FPS, aunque tienen directrices claras, pueden ser subjetivas y susceptibles a la manipulación, como se ha demostrado en casos de fraude en Estados Unidos.

El escándalo ha puesto en duda la eficacia de las regulaciones, incluso en países con normativas estrictas como Australia, donde los protectores solares son tratados como medicamentos. La indignación de los consumidores es palpable, con muchos cuestionando si un simple reembolso puede «revertir años de daño solar». La respuesta de las marcas, aunque han retirado productos, ha sido vista como insuficiente por algunos. El portavoz de Ultra Violette afirmó que su marca fue la primera en actuar, pero para consumidores como Rach, la demora de dos meses en suspender la venta fue una «patada en el estómago». La falta de transparencia y la tardanza en reaccionar han erosionado aún más la confianza en una industria que debería ser un pilar de la salud pública.
En última instancia, el escándalo subraya la necesidad de una mayor supervisión y transparencia en la industria de los protectores solares. Choice ha instado a la TGA a realizar más investigaciones, pidiendo a las marcas que retiren los productos de inmediato si tienen dudas sobre su eficacia. Rosie Thomas, directora de campañas, afirmó que «existe un grave problema en la industria australiana de los protectores solares que debe abordarse con urgencia». Si bien el pánico se ha exagerado, según la Dra. Wong, y el uso de cualquier protector solar es mejor que ninguno, el escándalo sirve como un claro recordatorio de que las regulaciones solo son efectivas si se cumplen y se auditan de manera rigurosa.
A pesar de la polémica, los expertos insisten en que lo más importante para la protección contra el sol es la forma en que se aplican los protectores solares. La Dra. Wong enfatiza que la cantidad y la frecuencia de aplicación son cruciales para garantizar la protección adecuada. Recomienda usar una cucharadita para cada parte del cuerpo y volver a aplicar cada dos horas, especialmente después de sudar o nadar. Este consejo resalta que la responsabilidad no recae únicamente en la industria, sino también en el consumidor. La combinación de un buen producto y una aplicación correcta sigue siendo la mejor defensa contra el cáncer de piel, complementada con el uso de ropa protectora y la búsqueda de sombra.

El impacto psicológico del «solofobia» y la confianza rota
El escándalo del protector solar no solo tiene implicaciones físicas, sino también un profundo impacto psicológico en una población que, como la australiana, ha crecido con el miedo al sol. La «solofobia», o el miedo al sol, se ha transmitido de generación en generación a través de campañas de salud pública muy efectivas. Para personas como Rach, que hicieron todo lo que se les enseñó para protegerse, el diagnóstico de cáncer de piel no solo fue una sorpresa, sino que también provocó un sentimiento de traición. La confianza en las marcas de protectores solares era un pilar de esta estrategia de prevención, y el escándalo ha destrozado esa confianza. El sentimiento de enojo y la sensación de que «todo el esfuerzo fue en vano» es un aspecto del escándalo que la industria y los reguladores no pueden ignorar. La reconstrucción de esa confianza será un proceso largo y difícil.