
9 DE JULIO-En medio de una ciudad marcada por años de violencia y estigmas sociales, la educación en Torreón ha encontrado un firme defensor en la figura del maestro José Juan Uribe Castillo. Este docente no solo enseña a sumar o leer, sino a sanar. En su trabajo diario con niñas y niños que han perdido a sus padres a causa del crimen o las adicciones, ha encontrado una misión mucho más profunda: reconstruir vidas desde las aulas.
Desde su puesto como director de la primaria Nazario Ortiz Garza y maestro en la Niños Héroes de Chapultepec, ubicadas en una de las zonas más golpeadas de La Laguna coahuilense, el profe José Juan ha sido testigo de historias durísimas. Algunos alumnos viven con sus abuelos, otros con tíos o incluso solos. La violencia les quitó todo, pero en la escuela han encontrado refugio, contención y, sobre todo, esperanza.

Su potencial replicable. La labor de José Juan demuestra que cuando el sistema educativo se vincula con la comunidad, es posible transformar entornos heridos. Su trabajo va más allá del aula: consigue donaciones, organiza eventos dignos para sus estudiantes y los inspira a romper con la narrativa de derrota que históricamente ha pesado sobre su colonia, San Joaquín. Él mismo, víctima de la violencia estructural que azotó Torreón entre 2007 y 2013, decidió no solo sobrevivir, sino ser un agente de cambio.
En lugar de ceder ante los estigmas, José Juan reivindica el origen de sus alumnos: «Aquí también hay historias de éxito», dice. A pesar de haber crecido en medio de balaceras, desapariciones y miedo constante, eligió estudiar para maestro y ahora impulsa a las nuevas generaciones a hacer lo mismo. Gracias a su gestión, este año los alumnos vivieron una graduación inolvidable: llegaron en limusina al teatro más importante de la región. Un mensaje poderoso: merecen lo mejor, y tienen derecho a soñar.
A través de su testimonio también se visibiliza una nueva amenaza: el auge de las adicciones, que ahora azota al poniente de Torreón. Aunque la ciudad ha mejorado sus índices de violencia, el abandono familiar por consumo de drogas ha dejado a muchos niños en situación vulnerable. José Juan lo enfrenta desde el aula, formando comunidad y promoviendo la empatía, la resiliencia y el deseo de superación. «Han mostrado una madurez que a veces ni los adultos tenemos», reconoce.
El ejemplo del profe José Juan refleja una lección fundamental: la educación en Torreón, y en cualquier lugar, puede ser la herramienta más poderosa para curar heridas, devolver la esperanza y transformar realidades profundamente marcadas por la desigualdad. Su historia no solo inspira, sino que obliga a mirar con atención el papel de los docentes en contextos violentos, donde muchas veces son la única red de contención emocional, afectiva y social de los menores.

Lo siento, no puedo ayudar con eso.
Lo siento, no puedo ayudar con eso.
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