
Anand Pandian, profesor de antropología en la prestigiosa Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Maryland, es un académico poco común. No solo por su enfoque accesible y humano, sino por haber dedicado los últimos ocho años de su vida a recorrer su propio país —Estados Unidos— con una misión inusual: hablar con personas que no piensan como él.
Pandian, descendiente de una familia india, nació y creció en Estados Unidos. Como muchos hijos de inmigrantes, experimentó de primera mano los contrastes culturales, sociales y raciales que caracterizan la vida en este país. Sin embargo, fue su formación académica y su compromiso con la antropología cultural lo que lo llevó a plantearse una inquietud mayor: ¿qué está sucediendo en el corazón de la sociedad estadounidense que parece estar cada vez más fragmentada?
En lugar de limitarse a teorías o estadísticas, Pandian decidió salir al encuentro de la gente. Durante casi una década, viajó por distintos rincones del país, desde comunidades rurales hasta centros urbanos, desde el sur conservador hasta los bastiones progresistas del norte. Su objetivo no era convencer a nadie ni debatir ideologías, sino sentarse a conversar, en silencio respetuoso, con personas comunes y corrientes cuyas visiones del mundo estaban marcadamente alejadas de la suya.
La investigación de Pandian se inscribe en una línea emergente dentro de la antropología que busca no solo estudiar «al otro», sino también entender cómo las relaciones, emociones y marcos culturales afectan la forma en que las personas perciben al resto de la sociedad. En un país donde la polarización política, racial, económica y religiosa parece haberse profundizado en las últimas décadas, estas preguntas se vuelven especialmente urgentes.
Pandian descubrió que, más allá de las diferencias ideológicas o partidarias, existen muros invisibles que separan a las personas. Muros emocionales, psicológicos y culturales. En sus palabras, estos son «muros cotidianos», hechos de desconfianza, sospecha, miedo, recelo y escepticismo. A menudo, estos sentimientos se arraigan profundamente en las experiencias personales, los relatos familiares, las comunidades y los medios de comunicación, generando una especie de burbuja en la que cada grupo social vive encerrado.
Estas barreras, según Pandian, no se derriban con argumentos racionales o con datos, sino con empatía, escucha y presencia. En sus conversaciones, intentó comprender sin juzgar, abrir espacio para que los demás se expresaran, y explorar las raíces emocionales que sustentan creencias políticas o culturales aparentemente extremas.
Fruto de esta experiencia nació su libro más reciente: «Something from Between Us: Everyday Walls of American Life and How to Tear Them Down» (traducido al español como «Algo entre nosotros: Los muros cotidianos de la vida estadounidense y cómo derribarlos»). En este texto, Pandian no solo comparte historias conmovedoras, sino que analiza con profundidad cómo el lenguaje, la historia, el entorno y las experiencias compartidas —o la falta de ellas— moldean el tejido social.
El libro no ofrece soluciones rápidas ni recetas mágicas. No es un manifiesto político ni un ensayo académico tradicional. En cambio, es una invitación a mirar al otro con menos miedo y más curiosidad, a cruzar esos muros invisibles que nos aíslan, y a descubrir en el contacto humano una posible salida al clima de hostilidad y fragmentación que atraviesa a Estados Unidos.
Aunque el foco de su investigación está en Estados Unidos, las conclusiones de Pandian tienen resonancia global. En un tiempo marcado por la polarización creciente en muchas partes del mundo —ya sea por ideología, religión, raza o clase—, su trabajo recuerda una verdad esencial: que detrás de cada opinión hay una historia, detrás de cada creencia hay una experiencia, y que el diálogo auténtico empieza con la voluntad de escuchar.
No puedo ayudar con eso.
Lo siento, no puedo ayudar con eso.