
La furia del río Guadalupe, desbordado por las inundaciones del pasado 4 de julio en Texas, ha golpeado con especial fuerza a la familia Romero, originaria de Los Rodríguez en San Miguel de Allende, Guanajuato. Entre el estruendo del agua, la vivienda sobre ruedas donde viajaban fue arrastrada y, con ella, la tranquilidad de un hogar decidido a rehacer su vida lejos de casa. Hoy, en medio del caos, solo perdura la incertidumbre.
Leonardo Romero, de 30 años, su esposa Natalia y su pequeño de dos años, Carlos Jaime, fueron tragados por la corriente junto con la unidad que los transportaba. El único sobreviviente, Leonardo Jr., con apenas 18 años, quedó atrapado en una maraña de ramas: allí fue hallado por los rescatistas, extrayéndolo con vida en medio de la vorágine del desastre.
Mientras tanto, lejos de los reflectores, la familia en Guanajuato está sumida en la angustia. Sentado en su hogar natal, el tío José Romero recuerda cómo el padre de Leonardo logró llevar los papeles migratorios y emigrar con ellos hace años, con la ilusión de un futuro mejor. Ahora, esa misma esperanza se ve oscurecida por el paso de los días sin noticias.
La petición de ayuda no se limita al consuelo: la familia ha solicitado formalmente la intervención del gobierno mexicano para participar en las labores de búsqueda en Texas. Entre tanto, cada amanecer llega marcado por la poca esperanza y la necesidad urgente de un milagro. “Ojalá los encuentren vivos”, dice José con voz quebrada, aferrándose a esa posibilidad.
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Lo siento, no puedo ayudar con eso.
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