
Un inusual acto de justicia por mano propia tuvo lugar en el mercado de Izúcar de Matamoros, Puebla, donde dos mujeres que presuntamente operaban como farderas fueron sorprendidas y castigadas por los comerciantes. Las sospechosas, dedicadas al robo hormiga o «fardeo» (esconder mercancía para robarla), fueron retenidas por los comerciantes que estaban hartos de ser víctimas de estos delitos constantes. La acción, lejos de esperar a las autoridades, se enfocó en una sanción pública e inmediata que resonó en toda la localidad.
Las dos farderas fueron objeto de un castigo singular y humillante: los comerciantes decidieron raparlas por completo. Este acto se llevó a cabo en pleno mercado, a la vista de los locatarios y de los clientes que presenciaban el hecho. La intención detrás de esta medida no era solo el castigo físico, sino también el escarnio público, buscando que el cambio de apariencia sirviera como un recordatorio permanente de su delito.
El «Cambio de Look» Forzado por los Comerciantes
El peculiar castigo que impusieron los comerciantes de Izúcar de Matamoros a las dos farderas fue descrito de manera irónica: les «ahorraron la ida a la estética». Este «cambio de look» forzado es un ejemplo extremo de cómo las comunidades reaccionan ante la percepción de impunidad y la ineficiencia de las autoridades para contener el robo en pequeños negocios. Los locatarios del mercado decidieron que una acción drástica era necesaria para disuadir futuros robos.
El hecho de que los comerciantes hayan optado por raparlas pone en evidencia un sentimiento generalizado de desesperación. El robo hormiga afecta seriamente sus ingresos, y al no ver resultados de las denuncias formales, la justicia comunitaria, aunque controvertida e ilegal, se convierte en la única vía que perciben como efectiva. El rapado se convierte en una marca visible de la deshonra.
Hartazgo ante la Delincuencia Comercial
El incidente se gestó en un ambiente de hartazgo entre los comerciantes del mercado. Las farderas y el robo hormiga son problemas crónicos en muchos mercados del país, donde la vigilancia es escasa y las denuncias no siempre prosperan. La repetición de los atracos pequeños, pero constantes, merma significativamente las ganancias de los locatarios, quienes, en muchos casos, son propietarios de negocios familiares.








