
Un episodio que generó revuelo en la bancada de Morena en la Cámara de Diputados ha encontrado un final inusual y hasta humorístico. Luego de un forcejeo captado por las cámaras entre las diputadas Gaby Jiménez y Jessica Saiden, quienes se disputaban un lugar para aparecer en una fotografía junto al secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, el coordinador de la fracción parlamentaria, Ricardo Monreal Ávila, intervino para mediar. La solución del líder morenista no fue una sanción, sino un apodo: ahora se les conoce como «las batichicas», buscando poner un tono de camaradería a lo que fue un momento de tensión.
El incidente original se produjo durante una comparecencia o evento público donde la presencia de García Harfuch atrajo la atención de varios legisladores. La intensa competencia por la visibilidad y por la cercanía con el influyente secretario de Seguridad llevó a las diputadas a protagonizar un forcejeo físico. Este tipo de conflictos, aunque menores, exponen las fricciones internas y la carrera por el protagonismo que existe entre los miembros de la bancada. Monreal, consciente del impacto mediático, optó por una estrategia de unidad para evitar que la disputa escalara y se convirtiera en un problema mayor.
Forcejeo por la Foto: La Polémica de las Batichicas
El forcejeo entre Gaby Jiménez y Jessica Saiden se hizo viral rápidamente, mostrando un inusual espectáculo de empujones en un entorno que debería ser de solemnidad institucional. Ambas diputadas buscaban posicionarse estratégicamente para la fotografía, intentando asegurar la mejor ubicación al lado de Omar García Harfuch. Este afán por la visibilidad con figuras clave del gobierno federal es un reflejo de la política de imagen y la búsqueda de capital político dentro del partido.
El coordinador Ricardo Monreal logró que las dos legisladoras hicieran las paces y se unieran, rebautizándolas como «las batichicas». La intención detrás del apodo es clara: transformar un acto de disputa y desorden en un símbolo de unidad y trabajo conjunto. La referencia a las superheroínas sugiere que, a pesar de sus diferencias iniciales, ambas legisladoras deben ahora enfocarse en una «misión» de trabajo legislativo por el bien de su fracción parlamentaria y del país.
La intervención directa de Ricardo Monreal en el conflicto es destacable, ya que muestra su rol como mediador y pacificador dentro de la bancada más grande del Congreso. El coordinador evitó un proceso disciplinario formal y resolvió la disputa con un gesto de humor y liderazgo, logrando que las diputadas «peleadas» por un espacio se mostraran ahora unidas bajo un nombre de equipo.






<



