
CIUDAD DE MÉXICO.— Mientras todas las miradas están puestas en quien es la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum, hay otro gran ganador de las elecciones de 2 de junio: el Partido Verde, una agrupación coaligada con el oficialista Morena, que será la segunda fuerza política del Congreso y que, a pesar de su nombre, está alejada del ecologismo y es más una organización de ingeniería electoral y pactos políticos.
Para unos mexicanos, el Verde es el partido que regala más camisetas y mochilas. Para otros, el grupo que ayuda a ganar elecciones. Para algunos académicos, es el más exitoso ejemplo de una maquinaria electoral sin escrúpulos y marcada por los escándalos. Para los ecologistas, un engaño.
“El Partido Verde es todo menos verde”, resumió Adrián Fernández Bremauntz, director de la ONG Iniciativa Climática, que ha trabajado durante más de 30 años en temas ambientales y ha representado a México en los foros sectoriales de la ONU. En general, “(el Partido Verde) ha votado en contra del medioambiente, en contra de la salud, en contra del combate al cambio climático”, señaló.
Votos en contra del medioambiente
La organización política se vanagloria de haber logrado mayores castigos para quienes contaminan, circos sin animales o incorporado en la Constitución el derecho a un medioambiente sano pero grupos ecologistas afirman que usan el medio ambiente como herramienta política.
Ha apoyado desde concesiones mineras en áreas protegidas —en gobiernos pasados— hasta los planes de la actual administración para revivir Pemex y su producción de combustibles contaminantes y polémicos megaproyectos que han destruido ecosistemas, con proyectos como el Tren Maya.
Hace unos años, partidos verdes europeos se distanciaron de esta organización mexicana cuando le apostó a la pena de muerte para secuestradores y Greenpeace llegó entonces a calificar de “lamentable y ofensivo” que el Verde intentara confundir a la opinión pública.
Sin congruencia
Fernández lamentó que el Partido Verde mexicano “no es congruente con las causas” ambientales pero dice que se gana los votos de jóvenes y personas bienintencionadas que no están muy informadas.
El Partido Verde nació en el seno de una familia millonaria de la industria farmacéutica —los dueños de las famosas y baratas Farmacias Similares— que a finales de los años 80 tuvo dos visiones muy adelantadas para su tiempo: apostar por la marca ecologista y adivinar la importancia de ser un partido bisagra en un régimen de transición a la democracia como el que se vivía entonces.
Según Paula Sofía Vásquez, analista política y coautora del libro “La Mafia Verde”, firmado con el académico Juan Jesús Garza, el problema es que el Verde “secuestró” la marca ecologista y floreció explotando las lagunas de la ley electoral mexicana, haciendo acuerdos con políticos y empresarios pero también con artistas y medios de comunicación, alcanzando así un “modelo de negocio a partir de la democracia”.
Su éxito, afirmó Paula Sofía, radica en su gran capacidad de lectura del panorama político mexicano, su falta de escrúpulos y su impresionante marketing.
Nunca han sido oposición real porque su estrategia es elegir el partido que creen que ganará las elecciones y hacer una coalición electoral. Después estudian muy bien cuáles son las propuestas que los votantes quieren oír —un año toca el uso de computadoras en las escuelas, otro, un mejor acceso a las medicinas, ahora, son las acciones para las mujeres— y los distritos o regiones donde pueden ganar.
Esta nota Verde de dudoso ecologismo; partido se perfila como segunda fuerza política apareció primero en Diario de Yucatán.