
9 DE DICIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. Ha pasado un año desde que el régimen de Bashar al Assad colapsó, un evento impensado después de una guerra que el presidente sirio parecía haber ganado. El giro de 180 grados se dio cuando una fuerza rebelde, liderada por Ahmed al Sharaa (antes conocido como Abu Mohammed al Jolani), irrumpió desde Idlib y avanzó hacia Damasco. Hoy, Al Sharaa se ha convertido en el presidente interino, mientras que Al Assad vive exiliado en Rusia. Aunque la devastación de la guerra es palpable en cada ciudad y aldea, donde la gente sobrevive entre ruinas, muchos sirios respiran un aire de alivio ante la ausencia del «peso aplastante y cruel» de la familia Al Assad. La nueva Siria, sin embargo, se enfrenta a la compleja tarea de reconstruir un país destrozado y profundamente dividido.
Un País Fragmentado y Liderazgos en Cuestión
La Siria Post-Al Assad es un mosaico de territorios y tensiones que amenazan la estabilidad del nuevo gobierno. La autoridad del presidente interino, Ahmed al Sharaa, no se extiende a todo el país. Zonas clave como el noreste permanecen bajo control kurdo, y en el sur, los drusos sirios aspiran a crear un Estado separado, contando con el apoyo de aliados israelíes. Además, en la costa, la comunidad alauita –la minoría a la que pertenece Al Assad– vive con temor, recordando las masacres que sufrieron meses atrás. La capacidad de Ahmed al Sharaa para unificar estas facciones es el mayor desafío que enfrenta para consolidar su poder y evitar una nueva escalada de violencia.
El pasado yihadista de Ahmed al Sharaa (quien luchó con Al-Qaeda en Irak y en el grupo que se transformó en el Estado Islámico) sigue siendo un punto de fricción interna. A pesar de que rompió con ambas organizaciones y ha intentado proyectar una imagen pragmática, muchas comunidades religiosas, especialmente las cristianas, encuentran difícil pasar por alto su historial. Sin embargo, su enfoque ha encontrado eco fuera del país. Al Sharaa ha logrado convencer a potencias extranjeras, incluyendo a Arabia Saudita y Occidente, de que él es la mejor alternativa para estabilizar la región. Este éxito diplomático contrasta con las profundas divisiones y la cautela de las minorías dentro de la nueva Siria Post-Al Assad.

La Estrategia de Ahmed al Sharaa en el Escenario Global
El nuevo líder sirio ha tenido un acercamiento notablemente exitoso con potencias occidentales. A solo dos semanas de asumir el poder, recibió a diplomáticos estadounidenses, lo que llevó a Washington a retirar la recompensa de US$10 millones que ofrecía por su captura. Desde entonces, las sanciones que pesaban sobre el país se han reducido, y la estricta Ley César ha sido suspendida. Un hito importante fue su visita a la Casa Blanca, donde se reunió con Donald Trump, quien lo describió como «joven, atractivo y duro». Este respaldo internacional es clave, ya que gobiernos como el saudita y el occidental lo consideran la única opción viable para evitar que la Siria Post-Al Assad caiga nuevamente en una guerra civil.
A pesar del éxito internacional de Ahmed al Sharaa, los brotes de violencia sectaria y la lenta impartición de justicia amenazan la frágil paz. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos (ACNUDH) ha expresado su preocupación por la lentitud de los procesos judiciales contra violaciones del pasado. Además, las comunidades alauita, drusa, cristiana y beduina han sido las más afectadas por una ola de violencia descontrolada que se ha visto alimentada por discursos de odio. Los riesgos de una repetición de las matanzas sectarias, como la que sacudió a las zonas alauitas en marzo, son el mayor desafío para el gobierno, especialmente porque facciones armadas sunitas en sus fuerzas de seguridad aún no están bajo control total.








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