No hace falta ser un chilango muy experimentado para saber que agosto y septiembre son los meses en los que más llueve. Es también, para los que saben, el gran momento del Dios Tláloc, esa deidad azteca de las lluvias que para los primeros pobladores de este país era la responsable de que el agua cayera del cielo.
Además de ser por demás poderoso, este dios tiene una apariencia desafiante en sus múltiples representaciones.
Trae puesta una máscara hecha de serpientes contorneándose, con inmensos ojos, más redondos de lo normal, y colmillos que emulan los dientes de algún animal hambriento.
Tláloc fue el ser al que la cosmogonía azteca le confirió el poder del agua, el espíritu de las montañas y por ende de la vida misma.
Para los antiguos pueblos, Tláloc estaba en todas las cosas que observamos y sentimos.
Se cree que los primeros en adorarlo fueron los habitantes mexicas cuando se asentaron cerca del lago Texcoco. Luego, su culto se expandió a los pueblos náhuatls y hasta llegó al sudoeste de México.
Tláloc, un ícono de la cultura teotihuacana
Proveniente del náhuatl, la palabra Tláloc se traduce como néctar de la tierra. El dios vivía en el cielo, pero también en el subsuelo donde hacía una bebida embriagante y mágica que le permitía al maíz crecer. De él dependía el éxito en las actividades agrícolas.
En términos de antropología, esta figura aparece en varias culturas prehispánicas, desde los mayas hasta los olmecas.
Y es que como el clima, Tláloc era a la vez bueno y malo. Por un lado, era el encargado de proveer el líquido esencial, pero también de quitarlo o tirarlo en exceso.
Controlaba todos los fenómenos que sucedían sobre las cabezas de las personas, al punto que para los aztecas, su dios de la lluvia y el trueno, era el responsable de hacer que las cosechas prosperaran, que la comida emergiera de la tierra y llegara a los estómagos. Era también, el ser al que había que rogarle para que se terminaran las sequías que afectaban al Imperio Mexica y mataban a la gente de hambre.
Rituales y sacrificios a Tláloc
Quizá por eso, los mexicas le tenían mucho respeto y le rendían una buena cantidad de tributos, así como sacrificios de animales y humanos, en particular de niños. Aunque en esta época esto nos parezca cruel, para los primeros pueblos era una forma de garantizar que habría comida suficiente para el año.
Por eso, cada tanto se hacía un ritual que consistía en entregarle a siete pequeños. Los niños, esclavos o hijos de campesinos, eran puestos en una cama rodeada de flores y danzantes y los llevaban a los templos. Se creía que cuando uno de los chicos lloraba venían lluvias abundantes.
Además se le hacían ceremonias especiales y se seguían múltiples ritos para su adoración Se construían, por ejemplo, esculturas gigantes de amaranto, frijoles y semillas que luego eran devoradas.
¿Dónde vivía Tláloc?
Existen una buena cantidad de teorías sobre la presencia de Tláloc. Para los aztecas a veces estaba en el paraíso como las otras deidades, otras aparecía como una nube que provocaba la lluvia y unas tantas bajaba a la Tierra para mezclarse con los humanos.
Había quienes aseguraban que vivía dentro de las cuevas y por eso construían en la boca de estos hoyos negros una buena cantidad de templos en su honor. Hay que recordar que para los mexicas y los mayas las cavernas representaban, entre otras cosas, la entrada al inframundo.
Finalmente, de acuerdo a algunos testimonios y escritos antiguos, el dios del trueno vivía dentro del Templo Mayor de Tenochtitlán; algunas madrugadas se escapaba al interior de una montaña y desde ahí movía los hilos del universo y el cielo.
¿Qué era el agua para los aztecas?
Para los aztecas el agua era el cimiento de la vida. El líquido tenía el poder de hacer renacer la vida. Además de dar alimento, tenía propiedades medicinales y por eso, incluso había que tener largos baños de vapor con rocas calientes.
Según la leyenda, Tláloc estaba casado con Chalchiuhtlicue, la diosa del agua, de los océanos, de los ríos y hasta los manantiales. Su poder consistía en generar huracanes y tirar embarcaciones, pero también resguardaba la fecundidad y era la encargada de proteger a todos los navegantes.
Se cree que los dos tuvieron muchos hijos que se llamaban tlalocas, que se pueden traducir como nubes.
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