15 DE SEPTIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL.En uno de los lugares más sagrados del mundo, el Monte Sinaí, se está gestando un controvertido megaproyecto turístico que ha generado una profunda preocupación. Este lugar, venerado por judíos, cristianos y musulmanes, es donde se cree que Moisés recibió los Diez Mandamientos y donde Dios le habló desde la zarza ardiente. Si bien durante años ha sido un destino para peregrinos y aventureros que buscan contemplar el amanecer y explorar el paisaje rocoso con guías beduinos, ahora se enfrenta a una transformación masiva que podría alterar para siempre su esencia. El plan de desarrollo impulsado por el gobierno egipcio ha sido calificado como un megaproyecto turístico de gran envergadura.

La polémica no solo se centra en la construcción de hoteles, albergues y un teleférico, sino también en el impacto social que está teniendo. El proyecto, que ha sido presentado como un desarrollo sostenible para impulsar el turismo, se ha impuesto a la comunidad beduina local, conocida como la tribu Jebeleya. Sus casas y campamentos han sido demolidos sin una compensación justa y, en un hecho aún más grave, han sido obligados a exhumar tumbas de su cementerio para construir un estacionamiento. Para críticos como el escritor Ben Hoffler, este no es un desarrollo para los beduinos, sino un megaproyecto turístico impuesto desde arriba que favorece a intereses externos.
La polémica sobre el Monasterio y las reacciones internacionales
El megaproyecto turístico ha provocado tensiones diplomáticas, en particular con Grecia, debido a la histórica conexión de este país con el Monasterio de Santa Catalina, el monasterio cristiano en uso más antiguo del mundo. Las disputas se intensificaron después de que un tribunal egipcio dictaminara en mayo que el monasterio solo tenía derechos de uso sobre la tierra que ocupa, declarando que el resto es propiedad del Estado. A pesar de que la presión diplomática griega logró una declaración conjunta para proteger el patrimonio cultural del monasterio, el controvertido fallo judicial sigue vigente y genera inquietud.

La Iglesia ortodoxa griega de Atenas, bajo la dirección del arzobispo Jerónimo II, denunció la sentencia como un «grave golpe» y una «vergüenza», calificando al monasterio como «un faro espiritual de la ortodoxia y el helenismo» que ahora enfrenta una «amenaza existencial». Por su parte, el Patriarcado Ortodoxo Griego de Jerusalén ha recordado que el monasterio es un santuario de paz entre cristianos y musulmanes, albergando una pequeña mezquita en su interior, lo que resalta la singularidad y el profundo significado ecuménico de este lugar, que se ve amenazado por este megaproyecto turístico.
A pesar de las críticas de la Unesco y activistas internacionales, las obras de construcción del megaproyecto turístico continúan. La organización World Heritage Watch ha solicitado que el Monte Sinaí sea incluido en la Lista de Sitios del Patrimonio Mundial en Peligro, mientras que activistas han contactado al rey Carlos III de Reino Unido, quien es mecenas de una fundación que trabaja para conservar el patrimonio del monasterio. Sin embargo, el gobierno egipcio sigue promocionando el proyecto como un «regalo de Egipto al mundo entero», justificándolo como una medida para revitalizar su debilitada economía, especialmente tras la crisis generada por la pandemia y la inestabilidad regional.

Este tipo de desarrollos, que priorizan el turismo masivo sobre la preservación cultural y ambiental, no son nuevos en Egipto. En las últimas décadas, la construcción de resorts en el Mar Rojo, como Sharm el-Sheikh, ha tenido un impacto similar en las comunidades beduinas, desplazándolas de sus tierras y de su rol tradicional como guías turísticos para favorecer a trabajadores de otras partes del país. El proyecto del Monte Sinaí parece seguir este mismo patrón, ignorando la voz de los habitantes locales y las advertencias de expertos internacionales. La destrucción del paisaje natural y las formas de vida ancestrales es una consecuencia que, según los críticos, no justifica la promesa de desarrollo económico, y es un claro ejemplo de la desconexión entre el gobierno y las comunidades locales, lo que podría llevar a un megaproyecto turístico insostenible a largo plazo.