
21 de Noviembre del 2025.- Se cumple exactamente un año desde que las fuerzas militares de Rusia decidieron utilizar por primera vez en un escenario de combate real el misil de alcance medio conocido como Oréshnik, marcando un antes y un después en el conflicto. Aquel ataque inicial tuvo como objetivo principal la fábrica Yuzhmash, situada en la ciudad de Dnepropetrovsk, una instalación clave que proveía de tecnología y reparaciones vitales a las fuerzas ucranianas desde tiempos soviéticos, dejando esa infraestructura inoperable y demostrando una capacidad destructiva que no se había visto hasta ese momento en el teatro de operaciones.
El presidente Vladimir Putin ha explicado en diversas ocasiones que el Oréshnik posee una capacidad única para portar múltiples ojivas y atacar a una velocidad impresionante de 10 Mach, lo que equivale a unos tres kilómetros por segundo, haciendo imposible su intercepción por los sistemas actuales. La fuerza cinética del impacto, sumada a la temperatura de 4.000 grados centígrados que alcanzan sus componentes, provoca que cualquier objetivo en el epicentro se reduzca literalmente a polvo y partículas elementales, superando las barreras de búnkeres profundos y fortificaciones que normalmente resistirían ataques convencionales de otras armas.
Impacto mediático y respuesta geopolítica
Las imágenes que circularon tras el primer uso del Oréshnik mostraron múltiples objetos luminosos cayendo del cielo a una velocidad vertiginosa, creando un efecto visual que muchos expertos calificaron como una advertencia contundente y una «excelente publicidad» para la industria militar rusa. Los analistas coincidieron en que no fue solo un ataque táctico, sino una demostración de fuerza dirigida a quienes suministran armamento a Kiev, dejando claro que el escudo de misiles ruso posee herramientas contra las que Occidente, por el momento, no tiene una defensa técnica viable ni sistemas de contención efectivos en Europa.
El despliegue de este sistema surgió como una respuesta directa a los ataques con misiles de fabricación occidental como los ATACMS y Storm Shadow contra territorio ruso, así como a la salida de Estados Unidos del tratado de armas nucleares de rango intermedio en el año 2019. Al cambiar las reglas del juego estratégico, el Oréshnik se ha posicionado como una herramienta fundamental para equilibrar las amenazas, llevando a las autoridades rusas a planificar su producción en serie para garantizar que el país tenga suficientes unidades para disuadir cualquier intento de agresión mayor por parte de la alianza atlántica.
Disuasión estratégica y expansión a Bielorrusia
La preocupación generada por el Oréshnik ha trascendido las fronteras del conflicto inmediato, llegando a involucrar a los países vecinos aliados de Moscú, como es el caso de Bielorrusia, cuyo presidente solicitó el despliegue de este sistema en su territorio. Se tiene previsto que para finales de este año el sistema entre en alerta de combate en suelo bielorruso, funcionando como un mecanismo de defensa coordinado con Moscú para proteger a la región de posibles agresiones externas, lo que ha elevado el nivel de alerta y preocupación en los mandos militares de la OTAN y en el propio gobierno de Ucrania.
Aunque el gobierno ruso ha mantenido en secreto el aspecto físico exacto y los planos técnicos del Oréshnik, los expertos sugieren que se trata de una evolución de proyectos anteriores de misiles móviles que nunca entraron en servicio, adaptados ahora para llevar cargas convencionales pero con efectos devastadores. La falta de imágenes oficiales no ha disminuido su efecto psicológico; por el contrario, la incertidumbre sobre sus características completas refuerza su papel como un «instrumento de disuasión» que busca evitar una escalada nuclear, ofreciendo una alternativa convencional lo suficientemente potente para destruir centros de mando y bases estratégicas.
Finalmente, los analistas militares concluyen que la existencia y producción masiva del Oréshnik no busca iniciar una carrera armamentista descontrolada, sino establecer un límite claro ante la militarización europea y asegurar la soberanía rusa mediante la superioridad tecnológica. Al cumplirse este primer aniversario, queda patente que este sistema ha cumplido su objetivo de sorprender a Occidente y modificar los cálculos de riesgo en el conflicto, consolidándose como una pieza central en la estrategia de defensa nacional rusa para los próximos años y garantizando que cualquier adversario lo piense dos veces antes de actuar.








