19 DE OCTUBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. Bali, la joya tropical de Indonesia, está experimentando una creciente disonancia entre la imagen idílica que se promociona en redes sociales y la cruda realidad que encuentran muchos visitantes. El fenómeno del turismo masivo impulsado por plataformas como Instagram está dejando a un número significativo de viajeros, como Zoe Rae, profundamente desilusionados. Rae, al igual que muchos otros, llegó con altas expectativas basadas en la visión de un «Shangri-La espiritual» de templos, arrozales y playas prístinas. En su lugar, el turismo desenfrenado ha traído consigo multitudes, congestión de tráfico, una cacofonía de obras de construcción y problemas ambientales graves, desvelando el «detrás de cámaras» de las fotos perfectas.
Expectativas vs. Realidad del Turismo
Las redes sociales se han llenado de ejemplos del contraste entre la «expectativa» y la «realidad» en la isla. Detrás de la foto de la pose en bikini frente a una cascada prístina, se esconde una larga fila de turistas esperando su turno sobre rocas resbaladizas. Los batidos saludables con pajitas de bambú conviven con el humo y el ruido de las motocicletas atascadas en carreteras congestionadas. Este auge del turismo, especialmente intensificado tras la pandemia, está transformando la isla, reemplazando el idilio y la espiritualidad que atrajo a los aventureros occidentales desde principios del siglo XX con una cultura centrada en clubes de playa, casas de surf y la asequibilidad de un estilo de vida de lujo, lo cual es una «forma muy superficial de entender un lugar», según la escritora de viajes Gisela Williams.

El rápido desarrollo provocado por el turismo ha tenido consecuencias trágicas y ambientales. Recientemente, una docena de personas murieron en inundaciones inusuales que, según las autoridades, se vieron agravadas por la mala gestión de residuos y un desarrollo urbano descontrolado. Este desastre puso de relieve la urgencia de regular la actividad. Aunque el gobierno local ha anunciado que restringirá las nuevas construcciones, muchos críticos consideran que estas medidas llegan tarde y son insuficientes para frenar un crecimiento turístico que ha visto el número de visitantes pasar de 3.8 millones en 2014 a más de 6.3 millones el año pasado, con proyecciones de superar los siete millones.
La frustración ante los problemas de la isla no es exclusiva de los turistas. Los locales, como I Made Vikannanda, señalan la ironía en las quejas: «Cuando los turistas dicen que están decepcionados porque Bali está más concurrida, ellos también forman parte de esa multitud». El turismo masivo ha transformado la vida de los balineses; las tranquilas carreteras rurales que antes pasaban por arrozales, como las de Canggu, ahora están flanqueadas por villas y cafeterías de moda. Esto ha generado una sensación de tristeza entre los locales, como Ni Kadek Sintya, quien siente que Bali «se está deteriorando día a día» a causa de la presión del desarrollo turístico.

La expansión del turismo hacia zonas antes tranquilas como Canggu, Pererenan y el norte de Ubud plantea un dilema: por un lado, ayuda a descentralizar los ingresos, pero por otro, extiende el «peligro» de construir en cualquier lugar y trata la isla «como un parque de atracciones». A esto se suman las tensiones generadas por turistas con mal comportamiento —desde desnudarse en lugares sagrados hasta conducir ebrios— y la llegada de miles de inmigrantes que han huido de conflictos, como los rusos y ucranianos, algunos de los cuales se han involucrado en actividades delictivas. Este cúmulo de factores incrementa el resentimiento local, a pesar de la famosa hospitalidad balinesa.
A pesar del descontrol, hay señales de esperanza. Empresas, activistas y jóvenes están impulsando iniciativas de desarrollo sostenible, como la gestión de residuos y la limpieza de playas. Además, las autoridades han respondido con medidas regulatorias, incluyendo la prohibición de plásticos de un solo uso y la publicación de directrices de comportamiento para los visitantes, buscando asegurar que el turismo en Bali sea «respetuoso, sostenible y en armonía con nuestros valores locales». La situación de Bali, un «crisol de turismo excesivo», sirve como un recordatorio global de que la responsabilidad de un viaje responsable recae también en el viajero.
El Significado Sagrado de la Cultura Balinesa (Tri Hita Karana)
La profunda decepción que experimentan algunos turistas se debe a que se pierden la base espiritual y cultural de la isla, que es fundamental para entender el mito del «último paraíso». La cultura hindú balinesa se rige por el concepto filosófico de Tri Hita Karana, que se traduce como «tres causas de bienestar». Este principio enseña la necesidad de mantener la armonía entre tres elementos esenciales: 1) la relación con Dios (los templos y las ceremonias); 2) la relación con otras personas (la comunidad y la hospitalidad); y 3) la relación con el medio ambiente (el respeto por los arrozales, los animales y la naturaleza). El desarrollo urbano descontrolado y la mala gestión de residuos son una violación directa de esta filosofía central. Por ello, muchos lugareños ven el turismo masivo y sus consecuencias como una amenaza existencial a su forma de vida, no solo como un problema de tráfico o basura.