
Un nuevo tiroteo en iglesia sacudió a la comunidad de Lexington, Kentucky, cuando un hombre armado hirió a un oficial de la policía estatal y luego se atrincheró en una iglesia, donde abrió fuego nuevamente contra civiles. El hecho dejó a varias personas lesionadas y provocó una fuerte movilización de emergencia en la zona.
La policía estatal de Kentucky informó que el primer ataque ocurrió en el condado Fayette, donde el agresor disparó contra un oficial. Tras huir de la escena, el sospechoso ingresó a la Iglesia Bautista de Richmond Road, en el suroeste de Lexington, donde continuó disparando. Las autoridades confirmaron que varias personas fueron alcanzadas por las balas dentro del templo.
El incidente terminó cuando el atacante murió, aunque la policía no ofreció más detalles sobre las circunstancias de su fallecimiento. Tampoco se ha revelado la identidad del tirador ni su posible motivación. El oficial baleado y otras víctimas fueron trasladados a un hospital cercano, pero su estado de salud no ha sido precisado por las autoridades hasta el momento.

El gobernador de Kentucky, Andy Beshear, utilizó sus redes sociales para confirmar los hechos y expresar su solidaridad con los heridos. Señaló que se están conociendo más detalles, pero subrayó que este tipo de violencia ya no puede considerarse un hecho aislado. El ataque en la iglesia se suma a la preocupante lista de tiroteos masivos que han estremecido al país en lo que va del año.
De acuerdo con el archivo Gun Violence Archive, Estados Unidos ha registrado al menos 229 tiroteos masivos en lo que va de 2025, cifra que refleja un patrón alarmante de violencia con armas de fuego. Solo dos semanas atrás, un tiroteo en Idaho dejó tres muertos dos bomberos y un atacante durante un incendio forestal, lo que derivó en la intervención del FBI ante lo que se considera una emboscada.
Lo ocurrido en Kentucky evidencia una vez más la urgente necesidad de revisar y reforzar las estrategias de prevención de la violencia armada en Estados Unidos. Pese al debate constante sobre el control de armas, los resultados siguen siendo mínimos. Especialistas en políticas públicas insisten en que no basta con endurecer leyes; también se requiere mayor inversión en salud mental, educación comunitaria y entrenamiento para cuerpos policiales ante situaciones de alto riesgo. La combinación entre accesibilidad a armas de asalto y falta de controles rigurosos sigue siendo una fórmula letal que se repite una y otra vez, incluso en espacios sagrados como una iglesia.
