6 DE SEPTIEMBRE DEL 2025- INTERNACIONAL. El este de Afganistán se ha visto sacudido por dos potentes réplicas, con 12 horas de diferencia, que han intensificado la devastación y el miedo. Estos nuevos sismos han generado temores de más muertes y destrucción en una región montañosa donde las labores de rescate ya son un desafío formidable. Con un saldo de al menos 2,200 personas fallecidas y más de 3,640 heridos, según el gobierno talibán, la situación humanitaria es crítica. Las Naciones Unidas y otras agencias de ayuda han alertado sobre la urgente necesidad de fondos, alimentos y suministros médicos para los sobrevivientes de este trágico desastre sísmico.
Las réplicas se suman a una serie de terremotos que ya habían diezmado una nación afectada por la guerra y la pobreza. La primera réplica, de magnitud 6.2, golpeó la provincia de Nangarhar, cerca de la frontera con Pakistán, y envió a 13 personas heridas al hospital, aunque la mayoría fue dada de alta. Un segundo temblor de magnitud 5.4 sacudió el sureste del país, apenas unas horas después. Ante la amenaza de nuevos sismos, muchas familias han optado por dormir a la intemperie o en tiendas de campaña, temiendo que sus hogares de mampostería y madera no resistan más sacudidas.

El dramático desafío humanitario
La ayuda a los damnificados se enfrenta a enormes obstáculos. Los deslizamientos de tierra y escombros han bloqueado el acceso a numerosas aldeas, retrasando la llegada de los equipos de rescate y de los suministros vitales. Los dos sismos iniciales arrasaron comunidades enteras en las provincias de Nangarhar y Kunar, destruyendo más de 6,700 casas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido sobre el riesgo de brotes de enfermedades debido al hacinamiento en los refugios, la insalubridad del agua y la gestión inadecuada de los desechos, lo que agrava la ya terrible crisis por terremotos que sufre el país.
El gobierno talibán de Afganistán ha hecho un llamado urgente a la ayuda internacional, pero la respuesta ha sido lenta y escasa. El país ha sido en gran parte ignorado por la comunidad internacional desde la toma de poder de los talibanes en 2021. La ONU, que ha liberado 10 millones de dólares para las víctimas, ha admitido que estos fondos se agotarán pronto y que se necesita una suma mucho mayor para cubrir las necesidades más básicas. A pesar de los esfuerzos, la cantidad de ayuda anunciada por los países ricos ha sido mínima, lo que subraya la grave situación de financiación que enfrenta la nación.

La escasez de ayuda internacional
La crisis por terremotos se ve agravada por la preexistente crisis humanitaria en Afganistán. La nación ya estaba luchando por acoger a millones de afganos que han sido deportados recientemente desde países vecinos como Irán y Pakistán. Esta afluencia masiva de personas sin hogar y recursos está ejerciendo una presión inmensa sobre un sistema de salud ya de por sí frágil, haciendo aún más difícil la tarea de asistir a las víctimas del desastre.
La ineficacia en la respuesta humanitaria y la falta de financiación internacional reflejan la compleja situación política de Afganistán. La comunidad mundial, cautelosa ante el régimen talibán, ha dudado en ofrecer ayuda a gran escala. Mientras tanto, las réplicas continúan, y con cada nuevo temblor, las vidas de los sobrevivientes se vuelven más precarias, atrapados entre la devastación, la pobreza y una crisis de ayuda humanitaria que no parece tener un final a la vista.
