
Por Daniel Zovatto
El mundo atraviesa un súperciclo geopolítico caracterizado por la convergencia de múltiples focos de tensión —una auténtica policrisis— y el acelerado deterioro de los mecanismos tradicionales de contención. Vivimos un contexto con más actores desafiando límites, más detonantes de conflicto, menos reglas, un multilateralismo cada vez más erosionado y una diplomacia progresivamente ineficaz. El número de conflictos se ha multiplicado en los últimos años, y 2025 no será la excepción.
El ataque quirúrgico ordenado anoche (madrugada de Irán) por Donald Trump contra tres instalaciones nucleares iraníes —en abierta violación del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas— señala un punto de no retorno: el entierro definitivo del orden liberal internacional que Estados Unidos diseñó, promovió y del cual se benefició durante las últimas ocho décadas. En su lugar emerge una suerte de tierra baldía regida por la ley del más fuerte o, como diría el propio Trump, por quien “tiene las cartas en la mano”.
Este episodio confirma que la política exterior de Trump no es aislacionista, como sostienen algunos analistas, sino unilateral y profundamente transaccional. Se trata de una doctrina dispuesta a atropellar las reglas del sistema internacional siempre que estas se interpongan en el camino de los intereses definidos por su agenda de “America First”.
Las implicaciones de este nuevo súperciclo geopolítico ya se dejan sentir en el tablero internacional, ahora gobernado por la “ley de la jungla”. Y lo peor es que apenas estamos viendo los primeros efectos.
Es preocupante ver cómo la violencia y el conflicto siguen siendo la respuesta en lugar de buscar soluciones pacíficas. La idea de que solo el más fuerte puede sobrevivir no lleva a nada bueno y solo genera más problemas a largo plazo.
Es preocupante que estemos viendo un regreso a la ley del más fuerte, donde los conflictos se resuelven a base de ataques y no de diálogo. Esto solo genera más inestabilidad y sufrimiento para la gente común.
Es preocupante ver cómo la situación se vuelve más tensa y peligrosa. La idea de que todo se rige por la ley del más fuerte no suena nada bien. La paz debería ser la prioridad, no la guerra.