Exprisioneros que sobrevivieron al encarcelamiento del Estadio Nacional, el mayor centro de detención y tortura que existió en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), volvieron a sentarse en los bancos de la gradería de la escotilla 8, donde hace 50 años vivieron los momentos más aterradores y siniestros de sus vidas.
Miguel Pizarro, de 71 años, pisó este sábado por primera vez las históricas banquetas de madera desde que el 1 de noviembre de 1973 fue trasladado a otro centro de detención, después de haber pasado un mes ahí encerrado. Tenía 21 años y era militante comunista.
“Siempre evité volver porque hacia donde mire hay dolor: ahí llamaban a la gente para torturarla; ahí me encontré con unas niñas del Instituto Nacional de Estadística que habían sido todas violadas”, recuerda a EFE mientras apunta distintos rincones del recinto, hoy convertido en un sitio de memoria.
“Veo cuerpos torturados, gente con sus genitales quemados. Para mí, no es un campo deportivo, es un lugar de mucho horror”, añade.
Declarado Monumento Histórico en 2003, el icónico Estadio Nacional ha acogido grandes hitos de la historia reciente del país: desde el partido que otorgó el tercer puesto a Chile en el mundial que organizó en 1962, hasta las votaciones de los plebiscitos constitucionales. A partir de octubre también se convertirá en uno de los epicentros de los Juegos Panamericanos, el evento multideportivo más importante celebrado en Chile.
“¿Ve que le hacen señas?, es su marido”
Sin saber que su marido también estaba en el recinto, Ruth Vuskovic ingresó al Estadio Nacional el 19 de septiembre de 1973, con 25 años y un bebé de 8 meses esperándola afuera.
“Llegaron a casa de una tía a buscar a mi padre, Pedro Vuskovic, que había sido ministro de Economía de Salvador Allende y era uno de los diez nombres más buscados por la dictadura, según el diario ‘El Mercurio’ de entonces”, cuenta a EFE.
“No encontraron a mi padre y me llevaron a mí como rehén”, añade.
Un día, sentada en la gradería –recuerda– un oficial le dijo: “Mire hacia allá, en el campo, ¿ve que le hacen señas? Es su marido”. Entonces se enteró de que él había entrado cuatro días antes. Era Alberto Corvalán, hijo del entonces secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán.
“Lo torturaron en el velódromo hasta casi morir”, recalca. Después lo llevaron al Campo de Prisioneros Chacabuco, al norte del país, en pleno desierto, donde estuvo desde noviembre de 1973 hasta julio de 1974.
“Falleció un año después en el exilio, producto de las torturas”, precisa mientras muestra su foto en un recorrido visual sobre el período de la dictadura exhibido en paneles al interior de la escotilla número 8. En las paredes de ese lugar aún se pueden apreciar nombres, siglas y fechas que escribieron los prisioneros durante su encarcelamiento.
Hoy, con 75 años, Vuskovic visita el sitio acompañada de una amiga que también estuvo presa ahí, pero que, a diferencia de ella, es la primera vez en 50 años que entra al estadio. Dice que revisitar el lugar y recordar lo ocurrido le ayuda a “sanar heridas”.
Liberada el último día del año 1973, se fue al exilio, a México, con su hijo ya de un año que –recalca– como mamá, no la conocía. Allí pasaron 15 años.
“Un ir y venir de tristeza y esperanza”
Con 24 años, Patricio Sandoval ingresó al recinto el 15 de septiembre, cuatro días después del Golpe y tras pasar varios días por el Estadio Chile. Hoy, con 74, estuvo entre los 70 expresos reunidos nuevamente ahí, según la Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional, organizadora del evento.
“Estudiaba ingeniería en la Universidad Técnica del Estado (UTE), hoy la Universidad de Santiago, y no militaba en ningún partido, aunque era un muchacho absolutamente comprometido con el proceso de la Unidad Popular”, explica a EFE.
Sin esperarlo, este sábado se encontró con un compañero de estudios que, como él, fue detenido el 12 de septiembre en la UTE, donde una multitud de jóvenes y profesores se habían congregado desde el día antes.
Por el Estadio Nacional pasaron cerca de 20.000 prisioneros entre septiembre y noviembre de 1973, cuando se cerró como centro de detención para jugar las eliminatorias del Mundial de 1974 contra la URSS, que renunció a disputar el partido en un espacio manchado por la tortura y represión. Meses después la FIFA otorgó la victoria a Chile.
“Hoy hemos vivido aquí un ir y venir de dolor y tristeza, pero también de esperanza para lograr que haya justicia y que se garanticen los derechos humanos”, expresa Sandoval. Y concluye: “Miramos hacia el futuro, pero el pasado nos acompañará hasta el último suspiro de nuestra existencia”.
Con información de EFE, por Meritxell Freixas
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