Todos sabemos cómo son las familias tradicionales mexicanas. En el mundo mucho más conservador de la década de 1950, el padre era el sustento y la madre se dedicaba a los hijos y al hogar. Así era la familia Pérez Noé, un matrimonio con seis hijos que vivió de un modo muy diferente al de las familias convencionales. Aquí te contamos sobre la tétrica historia real de El castillo de la pureza.
El caso de esta familia fue retratado por el director Arturo Ripstein en la famosa película estrenada el 10 de mayo de 1973. Si no la has visto, por lo menos has oído hablar de ella. “El castillo de la pureza” también fue el nombre del extraño caso de esta familia que sufrió el secuestro del padre, que los apartó de lo que él consideraba como la corrupción del mundo exterior durante 17 largos años.
Pero llegó el día de 1959 en que este “mundo perfecto” pero macabro que Rafael Pérez Hernández creó para su familia, fue descubierto por las autoridades y salió a la luz como una nota roja que estremeció a la sociedad mexicana.
Un caso que llenó de asombro a todo México
Rafael Pérez Hernández era un químico que se encargaba de fabricar veneno para ratas en su casa, ubicada en la esquina de Insurgentes Norte y la calle de Godard, en la colonia Vallejo. Para esto empleaba a su esposa y a sus hijos, que desde pequeños no conocieron el mundo exterior, ya que los mantenía encerrados en el lugar.
Pérez nació en Encarnación de Díaz, en Jalisco. Él perdió un brazo al caer de un tren en el que viajaba de polizonte y este accidente le provocó un gran rencor hacia la sociedad. Tuvo un primer matrimonio pero se divorció y más tarde conoció a Sonia María Rosa Noé, una joven de diecisiete años de edad con la que se casó por segunda vez y los dos se trasladaron a la Ciudad de México en busca de una mejor vida.
Apartados del mal y la corrupción del mundo
Así se instalaron en la vieja casona también conocida como “la casa de los macetones” por las grandes macetas de su fachada. Primero tuvieron una hija a la que decidieron ponerle el nombre nada convencional de Indómita. El matrimonio decidió romper cualquier tipo de relación con sus familiares, así como con el mundo exterior.
Después llegaron cinco hijos más a los que llamaron: Libre, Soberano, Triunfador, Bienvivir y Libre Pensamiento. El químico tenía su laboratorio en la casa y dos de sus hijos murieron por los descuidos del veneno.
A uno de ellos el padre le negó las atenciones médicas necesarias y más tarde, a una pequeña de sólo seis meses de edad, también sufrió por los efectos de las sustancias. En esa ocasión, la madre le exigió que la llevara con un médico, pero fue demasiado tarde. A los dos los enterraron en el jardín de la casona.
La casa de los macetones
Rafael era el único que salía a la calle para distribuir sus productos en diferentes tiendas y expendios de la ciudad y conseguir el poco alimento que le daba a su familia. Los vecinos cuentan que el lugar olía a muerte. Y es que el químico experimentaba con ratas a las que disfrutaba ver mientras agonizaban.
Los cuatro hijos restantes eran obligados a trabajar durante largas jornadas y además el padre les exigía un respeto incondicional. A la hora de la comida él les daba largos discursos filosóficos que ellos a duras penas entendían. Las paredes de las habitaciones tenían agujeros para que el químico pudiera vigilar a cada integrante de la familia.
El caso sale a la luz
Con la llegada de la adolescencia, los hijos mayores llegaron a tener una relación incestuosa sin saber lo que hacían. El padre alguna vez se llevó a Indómita, su hija mayor, a distribuir el veneno por la ciudad, pero no soportó la idea de que otros hombres la vieran. Un día Indómita decidió lanzar a la calle un papel con un mensaje para que alguien ayudara a la familia encerrada, víctima de “un hombre que se sentía Dios”.
Después de varios intentos, su mensaje fue leído y el 25 de julio de 1959, las autoridades irrumpieron en la casa de los macetones para descubrir a la familia que vivía en condiciones precarias y para detener al padre, que intentó prenderle fuego al lugar antes de entregarse.
El castillo de la pureza, la película
El guion de la película lo escribieron Arturo Ripstein y José Emilio Pacheco, basados en el caso tan alarmante y a la vez en el libro de Luis Spota “La carcajada del gato”, que también cuenta esta terrorífica historia. En un principio la película recibió críticas por su crudeza, pero fue ganadora de seis premios Ariel.
Los actores Claudio Brook, Rita Macedo, Diana Bracho y Arturo Beristáin, entre otros, se encargaron de encarnar a los personajes de este caso tan particular. La fachada utilizada para representar a la casona es la del que hoy es el Museo de la Caricatura en la calle de Donceles, en el Centro Histórico. El interior era un set construido en los Estudios Churubusco. La película es considerada como una de las últimas de la Época de Oro del Cine Mexicano.
Rafael Pérez Hernández se declaró inocente de los cargos de privación de la libertad hacia su familia. Según él, cumplía con su deber y aún así fue condenado y llevado al Palacio Negro de Lecumberri. Su familia se llegó a sentir arrepentida por haberlo denunciado y lo visitaban en la cárcel. Pérez Hernández se colgó de una cuerda en su celda el 13 de noviembre de 1972.
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