
13 DE NOVIEMBRE DEL 2025 – NACIONAL. La intensa y prolongada explotación de agua subterránea en la extensa región que abarca Puebla y Tlaxcala está conduciendo a la zona hacia una severa crisis de escasez hídrica, cuyos efectos más dramáticos ya son visibles. El ejemplo más notable es la formación del socavón de Santa María Zacatepec, en Juan C. Bonilla, que apareció en mayo de 2021. Este hundimiento, que alcanzó unos 126 metros de diámetro y 45 de profundidad, es una consecuencia directa de la extracción masiva de agua subterránea, de acuerdo con las conclusiones del investigador Pedro Francisco Rodríguez Espinosa, director del Ciiemad del IPN.
El especialista, quien presentó sus hallazgos en la Universidad Autónoma de Puebla, enfatizó que una parte significativa del líquido extraído corresponde a lo que se conoce como «agua fósil». Se trata de reservas con una antigüedad de más de 35 mil años, según las dataciones realizadas con radiocarbono, lo que las convierte en recursos hídricos prácticamente irrenovables. Esto subraya la gravedad de la situación, pues se están consumiendo reservas vitales que se formaron en épocas geológicas muy distantes.
Consumo de “Aguas Viejas de Deshielo” Confirma la Crisis
Para respaldar sus afirmaciones, el equipo de investigación recabó muestras en 100 pozos distribuidos en el valle de Puebla. Uno de los hallazgos más reveladores fue en San Andrés Cholula, donde una muestra de agua subterránea arrojó una antigüedad de 35 mil 830 años. Este dato alarmante confirma que la región está utilizando lo que el experto denomina «aguas viejas de deshielo», atrapadas en el subsuelo desde los episodios glaciares del Pleistoceno, un periodo geológico de hace miles de años.
Los estudios realizados por el Ciiemad descartan que el fenómeno en Juan C. Bonilla sea un hundimiento kárstico clásico. En su lugar, lo clasifican como una “nueva generación de socavones” en suelos terrígenos. La causa principal sería el arrastre y la pérdida de sedimentos, lo cual se produce por la explotación intensiva del nivel freático, creando grandes vacíos o huecos en los depósitos de cenizas volcánicas jóvenes que ya no cuentan con el soporte del agua subterránea.

Evidencia Científica y el Peligro del Peak Groundwater
Las pruebas de tomografía eléctrica resistiva y las de penetración estándar registraron «cero golpes» a profundidades de 10, 15 y hasta 21 metros, una clara señal de que existían vacíos sin el soporte del agua. Además, los datos indican que, entre 2005 y 2020, el nivel estático del agua subterránea cayó de 11-12 metros a 18-19 metros, una disminución que el investigador califica como «crítica». Este descenso acelerado es una alarma roja para la sustentabilidad hídrica de la zona.
Rodríguez Espinosa vinculó esta crítica dinámica local con una tendencia global conocida como peak groundwater —o pico del agua subterránea—, un punto análogo al pico petrolero. Aunque modelos mundiales lo sitúan a mediados de este siglo, el especialista advierte que ya se ha alcanzado en 21 cuencas con altos ritmos de extracción en el mundo. El resultado práctico es una disminución irreversible de la disponibilidad del recurso en muchas regiones si no se implementan de inmediato cambios drásticos en las políticas de uso y extracción.
Alerta por Contaminación Industrial Nocturna en el Río Atoyac
La misma investigación del IPN detectó otra señal de estrés ambiental crítico en la región. Se documentó un patrón de contaminación industrial «armónico» y concentrado en el río Atoyac, con picos de descargas alrededor de las 11 de la noche. Usando tecnología avanzada de barrido espectral y una red de estaciones en tiempo real (reconocida por la ONU), se identificaron compuestos provenientes de la actividad textil. Este hallazgo es crucial, ya que el equipo desarrolla procedimientos para asociar científicamente estas descargas con afectaciones a la vida silvestre local, habiendo ya detectado la presencia de tierras raras en la sangre de aves y en plantas acuáticas, lo que agrava la crisis ambiental regional.
El estudio también reveló «señales de estrés hidrogeoquímico». En perforaciones de 180 a 250 metros en la ciudad de Puebla, se encontró una alta concentración de boro. Este químico es un indicador de que aportes geotermales de las profundidades están «compensando» artificialmente la extracción superficial y, con ello, modificando de forma irreversible la química natural del sistema de agua subterránea.
Finalmente, el académico hizo un llamado urgente a la acción, señalando que la sustentabilidad hídrica debe trascender los ciclos políticos y exigir una verdadera gobernanza. Esto implica abrir los datos a la ciudadanía, ejercer un control social más estricto y aplicar una reingeniería de procesos en la industria bajo un esquema de multas que se reinviertan en la reconversión de procesos a tecnologías limpias. Recalcó que la recuperación total del líquido es posible, pero requiere voluntad política y reglas que ordenen la extracción del acuífero poblano, considerado la «última reserva de agua potable» de la región.
Un hecho relevante que complementa el panorama es que la Comisión de Medio Ambiente del Senado de la República aprobó un punto de acuerdo para solicitar una investigación a fondo contra Danone y su filial Bonafont. Se les acusa de presunta sobreexplotación de mantos acuíferos en la zona de Santa María Zacatepec y de llevar a cabo prácticas de greenwashing —mercadotecnia engañosa para parecer más ecológica—. El exhorto fue dirigido a la Conagua, Profeco y Semarnat para que actúen con firmeza ante las denuncias de ecocidio y afectaciones sociales que, según las comunidades, han persistido por más de cuatro años y que se relacionan directamente con el origen del gran socavón.








