
CIUDAD DEL VATICANO.— El cónclave para elegir nuevo Papa se celebra con el máximo secretismo, bajo llave en la Capilla Sixtina, pero en estos días de preparativos algunos cardenales se han encomendado a las redes sociales para mostrar algunos momentos de sus intensas jornadas, con mucho cuidado de no quebrantar su discreción jurada.
El japonés Isao Kikuchi aparece sonriente en una selfi a bordo de uno de los autobuses que el Vaticano fleta para movilizar a las decenas de cardenales llegados ya a Roma: “Viajando a Santa María La Mayor para rezar ante la tumba del papa Francisco”, escribía.
Detrás de él, algunos de sus compañeros de solideo escarlata charlan animadamente, sentados o de pie en el pasillo del vehículo, mientras otros ojean algún documento u observan las calles romanas desde la ventanilla.
En pocos días, a partir del el 7 de mayo, los cardenales menores de 80 años deberán abandonar sus teléfonos para concentrarse en el cónclave, un antiguo y hermético ritual para elegir Pontífice cuyas votaciones tienen lugar encerrados en la monumental Capilla Sixtina vaticana.
Mientras, los “príncipes de la iglesia” se reúnen cada día en las llamadas congregaciones, reuniones en las que acuerdan los pasos en esta fase de “sede vacante” y la organización del cónclave, y que sirve también para que se vayan conociendo antes de empezar a votar.
Estas congregaciones, al igual que lo que ocurre en el momento de votar, se celebran con el máximo secreto y todos los asistentes deben jurar sobre el Evangelio que no revelarán nada, tal y como exige la Constitución Apostólica “Universi Domini Gregis” (1996).
“Nosotros Cardenales de la Santa Romana Iglesia (…) juramos mantener escrupulosamente el secreto sobre cualquier cosa que de algún modo tenga que ver con la elección del Romano Pontífice, o que por su naturaleza, durante la vacante de la Sede Apostólica, requiera el mismo secreto”, proclaman, uno a uno.
El vocero de la Santa Sede, Matteo Bruni, recordó ayer en una rueda de prensa la obligatoriedad de cumplir ese juramento y negó, por ejemplo, que se vayan a difundir las intervenciones que los cardenales pronuncian ante sus colegas en las congregaciones.
El secreto debe ser total, tanto que la Santa Sede toma medidas para que de la Capilla Sixtina no salga ni media palabra.
La Santa Sede obliga a jurar discreción incluso a los ayudantes del cónclave, como secretarios, policías, médicos o enfermeros.
Pero en estos días, algunos de los cardenales, electores y no, aprovechan los últimos momentos “de libertad” antes de acceder a ese búnker repleto de frescos e historia.
El más activo en redes
Uno de los más activos es el cardenal estadounidense y arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, quien lleva una suerte de bitácora con comentarios en vídeo en la red social X.
El purpurado, uno de los nombres que suenan en las quinielas de “papables” del próximo cónclave, ilustra su agenda a sus casi 300,000 seguidores, desde el funeral del papa Francisco el sábado pasado hasta su deseos diarios al entrar en la congregación.
En los últimos días también ha corrido como la pólvora la foto que se tomaron en la basílica vaticana los tres cardenales más jóvenes: el portugués Américo Manuel, de 51 años; el ucraniano Mykola Bycok (45) y el italiano Giorgio Marento (50), prefecto de Ulan Bator.
Otro purpurado muy activo en las redes sociales es el filipino Luis Antonio Tagle. En su perfil verificado de Facebook cuenta con 633,000 seguidores, entre los que sigue predicando y recordando el legado de Francisco, mientras que sus videos cantando o incluso bailando son el “Pan nuestro de cada día” en Tiktok.
Así como dos de los referentes de la sección tradicionalista del Colegio Cardenalicio, el guineano Robert Sarah, con perfiles en X en varios idiomas, o el estadounidense Leo Burke, cuyas publicaciones van desde oraciones a vídeos y exhortaciones a sus seguidores.
Es interesante ver cómo los purpurados, que se espera que mantengan una cierta seriedad, se sumerjan en el mundo de las redes sociales. Por un lado, está bien que se acerquen a la gente y muestren un lado más humano, pero a veces parece que se olvidan del respeto que su posición implica. Tal vez deberían encontrar un equilibrio entre ser accesibles y mantener la solemnidad que sus roles demandan.
Es curioso ver cómo los purpurados, que a menudo se les asocia con una imagen más seria y tradicional, se están dejando llevar por las redes sociales. Por un lado, está bien que se acerquen a la gente de una manera más informal, pero también me parece un poco raro. La religión y lo espiritual no siempre van de la mano con selfies y videos. Tal vez deberían enfocarse más en su mensaje y menos en la imagen.
Es curioso cómo algunos purpurados no pueden resistirse a compartir su vida en redes sociales, ¿no? A veces parece que buscan más la fama que el mensaje que deberían transmitir. Tal vez sería mejor que se enfocaran en su labor y dejaran un poco de lado el protagonismo.