A pesar del tono desafiante de Donald Trump desde el Despacho Oval, donde anunció nuevos aranceles contra Rusia y más armas para Ucrania, Moscú no reaccionó con alarma, sino con cierto alivio. La bolsa rusa incluso subió un 2.7%, lo cual refleja que el Kremlin esperaba medidas aún más duras. Analistas internacionales apuntan a que este tipo de amenazas ya no sorprenden al gobierno de Vladimir Putin.
Y es que los aranceles anunciados por Trump entrarán en vigor en 50 días, lo que le da a Rusia un valioso margen para plantear contrapropuestas y presionar a sus socios comerciales antes de que la economía se vea afectada. Este tipo de movimientos han sido una constante en la estrategia rusa: ganar tiempo mientras continúa con sus planes en Ucrania sin comprometerse de lleno en un proceso de paz.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha dicho públicamente que busca terminar la guerra en Ucrania, pero la respuesta del Kremlin ha sido una serie de “sí, pero…”. Aceptan propuestas de alto el fuego, siempre y cuando Occidente deje de enviar ayuda militar a Kiev, algo que evidentemente no está en los planes ni de Trump ni de sus aliados europeos. Esta táctica rusa ha servido para evitar sanciones adicionales durante meses.
La narrativa del Kremlin ha sido clara: la culpa de la guerra es de Occidente, la OTAN y Ucrania por amenazar su seguridad. Sin embargo, como señala el corresponsal de la BBC en Moscú, fue Rusia quien invadió Ucrania en 2022, desencadenando el mayor conflicto armado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Esta omisión deliberada forma parte de la propaganda con la que el gobierno ruso intenta justificar su postura ante la comunidad internacional.
Un dato importante que no se debe perder de vista es que mientras se debate la intención de Trump de forzar la paz, Rusia ha intensificado la producción de armamento y ha fortalecido sus relaciones comerciales con países como China, India e Irán. Estos aliados permiten al Kremlin sortear algunas sanciones y seguir abasteciendo su maquinaria de guerra. Moscú ya no depende únicamente de Occidente para sostener su economía, lo que complica los intentos diplomáticos de presionar por una resolución.
El panorama deja claro que ni Trump ni Putin están satisfechos con el otro. El presidente estadounidense ha dicho que «no está contento» con el líder ruso, mientras que medios rusos aseguran que Trump «habla de más». La tensión va en aumento, y aunque ambos actores aseguran querer la paz, lo cierto es que cada uno sigue jugando a su propio ritmo y bajo sus propias condiciones, dejando a Ucrania en el medio de una partida sin fin.
