
El nuevo resort turístico de Corea del Norte, Wonsan Kalma, abrió sus puertas a visitantes rusos en medio de fuertes denuncias por parte de organismos internacionales de derechos humanos. Inaugurado por Kim Jong-un como un “destino de clase mundial”, el complejo playero ha sido duramente criticado por las condiciones en que fue construido, con reportes de jornadas laborales extenuantes y la supuesta utilización de trabajo forzado.
Ubicado en la ciudad costera de Wonsan, el desarrollo busca imitar a destinos como Benidorm, en España. Para su diseño, Corea del Norte envió en 2017 una delegación oficial que visitó resorts turísticos españoles con el objetivo de replicar su modelo. Las similitudes incluyen parques temáticos, hoteles de gran altura y hasta un puerto deportivo. Según documentos y análisis satelitales obtenidos por BBC Verify, el proyecto avanzó de forma acelerada desde 2018, aunque se detuvo por un tiempo antes de ser retomado tras un encuentro entre Kim Jong-un y Vladimir Putin.

A lo largo de 4 kilómetros de costa, el complejo incluye 43 hoteles, un parque acuático con toboganes, centros recreativos, un cine y zonas de camping. Sin embargo, lo que debería ser una vitrina turística se ha convertido en un símbolo del sufrimiento laboral. Exbrigadistas y desertores norcoreanos han denunciado que el resort fue levantado por «brigadas de choque», grupos de trabajadores que laboran hasta el agotamiento extremo sin una remuneración justa ni condiciones mínimas de descanso y alimentación.
La ONU ha expresado su preocupación por estas brigadas, las cuales forman parte del sistema de trabajo forzado institucionalizado por el régimen. Testimonios de exsupervisores y exempleados hablan de jornadas de 24 horas continuas, mujeres con trastornos alimenticios graves y fallecimientos por extenuación que no son reconocidos por las autoridades. Además, se reporta que habitantes locales de Wonsan fueron desplazados de sus viviendas sin compensación para dar paso al proyecto.
Pese a estas denuncias, el complejo ya comenzó a recibir a sus primeros turistas. Tres agencias rusas promocionan viajes organizados a Wonsan Kalma, con paquetes de una semana que rondan los $1,800 dólares, una cifra alta considerando el salario promedio ruso. Aunque las agencias chinas no han publicitado visitas al lugar, se espera que en los próximos meses se intensifiquen los esfuerzos por atraer más turistas de países aliados del régimen norcoreano.
La apertura de Wonsan Kalma refleja el doble discurso del régimen norcoreano: por un lado, busca abrirse al turismo internacional como vía para estimular su economía sancionada; por el otro, mantiene prácticas laborales que violan los más elementales derechos humanos. El silencio de las agencias turísticas que promueven estos viajes y el desinterés de los países involucrados en investigar las condiciones laborales refuerzan un modelo turístico a costa del sufrimiento humano. Este caso plantea una pregunta urgente: ¿puede el turismo ser éticamente defendible cuando está construido sobre la explotación y el autoritarismo?
