
5 SEPTIEMBRE 2025- INTERNACIONAL- La tragedia que envolvió al Elevador de la Gloria en Lisboa, dejando al menos 16 muertos, se ha visto matizada por una historia de esperanza. En medio de la consternación, ha surgido la conmovedora historia de un niño alemán de tres años que sobrevivió al accidente. El pequeño, que estaba de vacaciones con sus padres en la capital de Portugal, fue rescatado por un grupo de civiles entre los restos del funicular. Este rescate milagroso ha conmovido a los habitantes de la ciudad y ha ofrecido un rayo de esperanza en un momento de profunda tristeza.
El niño fue encontrado llorando y cubierto de sangre, pero, afortunadamente, no tenía heridas graves. Según testigos, el pequeño fue encontrado en los restos del vagón y, en medio de la confusión, un policía lo tomó en sus brazos. La escena fue tan emotiva que el niño se aferró al agente. «¡Agárrame, por favor!», le habría dicho en gestos. El oficial, cuya identidad no se ha revelado, llevó al niño al hospital y permaneció con él durante la primera noche después del accidente, convirtiéndose en un héroe anónimo. La supervivencia del pequeño ha sido un testimonio de la valentía y la solidaridad humana en un momento de crisis.
En un giro afortunado, la historia del niño no fue la única buena noticia para la familia. En un principio, las autoridades portuguesas habían informado que el padre del niño había fallecido en el accidente, una noticia que había sumado más dolor a la tragedia. Sin embargo, esta información fue corregida después de que los parientes llegados desde Hamburgo no pudieran identificar el cuerpo. El padre del niño, de 46 años, fue encontrado herido y hospitalizado, pero vivo. Este hallazgo ha ofrecido un respiro de alivio en una situación de dolor extremo.

La confusión de las autoridades y las lecciones aprendidas
La confusión en torno a las víctimas mortales ha puesto de manifiesto la falta de coordinación entre las autoridades portuguesas. La policía judicial y el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Portugal revelaron que entre los fallecidos hay ciudadanos de ocho países, pero también admitieron que se habían cometido errores en la identificación de las víctimas. Este no es el primer error: la jefa de Protección Civil de Lisboa había anunciado que el número de fallecidos había pasado de 15 a 17, para después ser corregido a 16 por el primer ministro del país. La confusión de las autoridades ha añadido un elemento de desconfianza en la cobertura del accidente.
La madre del niño, por su parte, se encuentra en estado crítico, pero estable, en el hospital. La familia, que ahora está reunida y al cuidado de sus parientes en Hamburgo, enfrenta un camino largo de recuperación, tanto física como emocional. El trauma de presenciar un accidente de esta magnitud, en el que el niño vio a su madre ser rescatada de los restos del vagón, deja una marca profunda en la vida de una persona. La recuperación de las víctimas no es solo un tema físico, sino también psicológico.
El rescate del niño no es la única noticia del accidente. El suceso ha puesto en la mira el mantenimiento de los funiculares, un tema crítico para una ciudad que depende de estos históricos vehículos. Un documento filtrado a la prensa asegura que el funicular accidentado fue inspeccionado horas antes de la tragedia y que se reportó que «tenía todas las condiciones para funcionar». Sin embargo, el mismo documento indica que el cable, al que muchos apuntan como causante del accidente, debía ser sustituido en 263 días. Este hecho genera un debate crítico sobre si las inspecciones y los calendarios de mantenimiento de estos transportes son suficientes para garantizar la seguridad de los ciudadanos y de los millones de turistas que visitan la ciudad cada año. La tragedia ha puesto en evidencia que, aunque se trate de un icono histórico, la seguridad es lo más importante.
