
El cineasta neozelandés Peter Jackson, famoso por El Señor de los Anillos, ha aportado 15 millones de dólares, junto con su pareja Fran Walsh, para financiar un ambicioso proyecto de re-extinción impulsado por la empresa biotecnológica Colossal Biosciences. El objetivo: traer de vuelta al moa gigante (Dinornis robustus), un ave no voladora que alcanzaba los 3.6 m de altura y desapareció hace unos 600 años debido a la caza humana y la pérdida de hábitat.
El proyecto, que se ha desarrollado en conjunto con el Ngāi Tahu Research Centre de la Universidad de Canterbury (Nueva Zelanda), está diseñado para respetar el conocimiento indígena — mātauranga Maorí — y la soberanía cultural del pueblo Ngāi Tahu. Para ello se pretende extraer ADN antiguo de restos fosilizados de moa y compararlo con el de especies vivas como el emú o el tinamú, buscando recrear un genoma que permita crear aves reproductoras “tipo moa”.
Las primeras fases del proyecto incluyen la recuperación del ADN de huesos bien preservados, seguido por la edición genética (usando CRISPR) para insertar variantes moleculares características del moa en embriones de aves actuales. Posteriormente, los huevos modificados serían incubados en entornos controlados, aunque recrear un embrión de ave implica complejidades mayores que en mamíferos .
Colossal ya ha abordado antes criaturas extintas como el lobo terrible (dire wolf) y el mamut lanudo. Estos avances, según la empresa, demuestran que se trata de “avances científicos que también ayudarán a especies en peligro hoy día”, y no de un simple ejercicio de laboratorio.
Sin embargo, persisten amplias dudas entre numerosos científicos. El profesor Philip Seddon (Univ. de Otago) y otros expertos subrayan que la extinción puede ser irreversible: “no existe una vía genética real para restaurar una especie perdida” debido a contextos ecológicos y culturales eliminados hace siglos. Paleogenetistas como Nic Rawlence señalan que, incluso si se logra un ave gigantesca con rasgos del moa, no será el auténtico: es más bien un híbrido diseñado.
En contraste, sus defensores argumentan que esta iniciativa podría aportar beneficios indirectos: generar conciencia sobre la fragilidad de la vida, impulsar la conservación mediante hábitats restaurados y fortalecer la colaboración entre ciencia moderna y culturas originarias.