
30 OCTUBRE 2025-INTERNACIONAL-El ministro de Defensa de Pakistán, Khawaja Asif, lanzó una dura advertencia contra los talibanes después de que las conversaciones de paz entre representantes de Islamabad y Kabul concluyeran sin un acuerdo en Estambul. Asif aseguró que el país tiene capacidad para neutralizar al régimen talibán si fuera necesario, en un mensaje dirigido tanto al interior como a actores externos interesados en la estabilidad de la región.
Las negociaciones en Turquía terminaron, según fuentes oficiales pakistaníes, sin “ninguna solución viable”, y el ministro de Información, Attaullah Tarar, confirmó la ausencia de avances concretos. La declaración pública del titular de Defensa recoge la frustración del gobierno de Islamabad ante la persistencia de tensiones en la frontera y ante lo que percibe como una falta de garantía sobre seguridad y orden por parte de las autoridades afganas dominadas por los talibanes.

El lenguaje empleado por los responsables pakistaníes eleva la tensión política: amenazar con “acabar” con el movimiento que gobierna Afganistán implica un salto del terreno diplomático al planteamiento de opciones militares. Esa retórica aumenta el riesgo de malentendidos y de reacciones en cadena en una región donde ya existen múltiples frentes: combate a grupos insurgentes, flujos de refugiados y disputas por recursos transfronterizos.
Desde el punto de vista operativo, cualquier intervención o acción de fuerza tendría implicaciones complejas. Pakistán cuenta con fuerzas armadas profesionales y capacidades logísticas, pero una operación en territorio afgano traería costos humanos, legales y geopolíticos. Además, la historia reciente demuestra que los problemas de seguridad en Afganistán tienden a trasladarse con rapidez a países vecinos, por lo que una escalada podría desbordar los objetivos limitados que se planteen.

A nivel diplomático, la amenaza subraya la necesidad de mecanismos multilaterales de gestión de crisis. Actores regionales —como Turquía, Irán, India y las organizaciones internacionales— podrían desempeñar un papel mediador para evitar una espiral. Una salida negociada exigirá no solo voluntad política de las partes afganas y pakistaníes, sino también garantías sobre gobernanza, protección de fronteras y control de grupos armados que operan de forma autónoma.
La situación también plantea un desafío humanitario: nuevas operaciones militares o un recrudecimiento de los combates provocarían desplazamientos masivos y graves interrupciones en el acceso a servicios básicos. En ese contexto, la comunidad internacional debe prepararse para ampliar la asistencia humanitaria y reforzar los canales de ayuda transfronteriza si la tensión continúa, con planes claros para proteger a civiles y al personal sanitario.









