
Oswaldo Cabrera, el joven yanqui venezolano que viste el uniforme de los New York Yankees, ha revelado que la música juega un papel esencial en su vida diaria, tanto dentro como fuera del diamante. En una entrevista reciente con ¡HOLA!, compartió sus canciones favoritas, su rutina antes de los juegos y cómo su origen en Venezuela moldea su identidad dentro del deporte. Esta reflexión adquiere aún más relevancia durante el Mes de la Herencia Hispana, cuando muchos jugadores latinoamericanos aprovechan para alzar su voz sobre raíces, cultura y legado.
Desde su llegada a Grandes Ligas, Cabrera ha sido percibido como un jugador versátil y trabajador, alguien que busca siempre superarse. En ese afán halló en la música un apoyo constante: “la música me mantiene concentrado”, afirma, recordando que antes de cada encuentro busca el sonido preciso que lo prepare mentalmente para el reto. En su playlist figuran desde ritmos tradicionales como el joropo venezolano hasta éxitos contemporáneos de Bad Bunny o Phil Collins. Esa variedad, según él, refleja sus distintos estados de ánimo y le permite conectar con distintas emociones.
Ritmo, disciplina y preparación
Su ritual antes del juego es tan disciplinado como sonoro: primero descansa unos minutos con una siesta corta, luego ingiere una comida balanceada, y más tarde activa su energía con audífonos JBL, marca con la que colabora. Cabrera declara que reproduce salsa, música venezolana o piezas que lo animen, para luego enfocarse en entrenamientos específicos. Esa mezcla de ejercicio físico y estímulo auditivo le permite entrar al campo con una mentalidad clara y motivada.
Identidad venezolana y vida en Nueva York
Cabrera no evita hablar de sus raíces. En el contexto del Mes de la Herencia Hispana, señala que lleva consigo no solo un uniforme, sino también la responsabilidad de representar a Venezuela con orgullo y humildad. “Vengo de nada”, dice, y recuerda que esa condición le da fuerza para esforzarse cada día. Más aún, su experiencia como jugador del Bronx lo define: los Yankees exigen compromiso y pasión, y la fanaticada tiene estándares elevados, lo cual, según él, ha sido un taller constante de madurez deportiva y personal.
En julio de este año contrajo matrimonio con Ari González, y el guerrero del diamante admite que este nuevo capítulo le inspira en múltiples ámbitos. Su compañera aspira a ser instructora de Pilates, lo cual él valora como parte de la disciplina y estilo de vida saludable que también promueve en su día a día. En el ámbito familiar, encuentra respaldo para mantenerse centrado y consciente de que cada victoria o tropiezo es compartido.
Una información complementaria digna de resaltar: Cabrera también ha comentado que, dentro del clubhouse de los Yankees, se ha convertido en puente entre jugadores latinoamericanos. Su manejo del idioma español, su cercanía con compañeros nacidos fuera de EE. UU. y su insistencia en mantener vivas tradiciones como la música venezolana le han hecho ganarse respeto. Esa voz interna, que habla de empatía y de sentirse cercano al aficionado latino, le añade valor más allá de sus estadísticas en el campo.