
La crisis humanitaria en Gaza ha alcanzado un punto crítico. Por primera vez, las Naciones Unidas han confirmado oficialmente que la ciudad más grande del enclave palestino se encuentra sumida en una hambruna. La situación, que ya había sido advertida por diversas organizaciones humanitarias, amenaza con extenderse a todo el territorio si no se logra un cese inmediato a las hostilidades.
De acuerdo con el sistema internacional de clasificación de seguridad alimentaria (IPC), alrededor de medio millón de personas en la ciudad de Gaza viven actualmente en condiciones extremas, con acceso casi nulo a alimentos. En total, se estima que 1.6 millones de personas enfrentan distintos niveles de inseguridad alimentaria, con una tercera parte en estado crítico.
Tom Fletcher, alto funcionario de la ONU para Asuntos Humanitarios, fue tajante en su evaluación: la hambruna no solo era predecible, sino completamente evitable. La describió como una consecuencia de decisiones políticas marcadas por la crueldad y la indiferencia internacional. Por su parte, Volker Türk, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, señaló que el uso del hambre como arma en un conflicto equivale a cometer un crimen de guerra.
Las denuncias surgen en un contexto de creciente tensión. Desde que se rompió la tregua en marzo, el flujo de ayuda humanitaria ha sido prácticamente bloqueado. Esta interrupción ha derivado en muertes por inanición, con más de 200 personas fallecidas en las últimas semanas, según fuentes humanitarias.
Mientras tanto, el gobierno israelí ha rechazado de forma categórica las acusaciones. El primer ministro Benjamin Netanyahu calificó los informes de la ONU como “falsedades” y culpó a Hamás de obstaculizar la distribución de ayuda, acusando al grupo de apropiarse de los suministros destinados a la población civil.
Las principales agencias humanitarias —como la FAO, el Programa Mundial de Alimentos, la OMS y UNICEF— se han unido en un llamado urgente a la comunidad internacional para intervenir de inmediato. Inger Ashing, directora de Save The Children Internacional, fue contundente al declarar que la situación en Gaza es el resultado directo de una estrategia militar que ha utilizado el hambre como herramienta de presión. Según afirmó, las secuelas de esta crisis —en especial en niños— podrían prolongarse durante generaciones.