
En la temporada 2025, Nueva York se volvió escenario de una batalla financiera que dejó en evidencia una realidad incómoda: el dinero no garantiza títulos. Los Yankees y los Mets —dos instituciones históricas con grandes recursos— invirtieron cerca de 630 millones de dólares en nóminas y contrataciones, pero al final ninguno logró llevar al “Big Apple” a una Serie Mundial.
Desde el inicio del mercado de agentes libres, la disputa estalló con la puja por Juan Soto: los Mets ofrecieron un contrato récord, mientras los Yankees elevaron su nómina con movimientos costosos. La expectativa creció. Pero al cierre de la campaña quedó claro que aquella “guerra de chequeras” no se tradujo en éxito.
Costo sin rendimiento en Queens
Los Mets, que figuraban como protagonistas tras un arranque potente de 45–24, comenzaron a mostrar fisuras en su estructura. La rotación, que contaba con Kodai Senga, sufrió con lesiones; el bullpen cedió bajo presión y el bateo con corredores en posición de anotar colapsó justo cuando más se necesitaba. El resultado: 83–79 y eliminación por criterios, sin siquiera un juego de postemporada.
La figura de Soto fue notable: conectó 43 jonrones, alcanzó un alto porcentaje de embasarse y cumplió con las expectativas ofensivas. Sin embargo, el resto de la plantilla no respondió de forma consistente. Figuras como Francisco Lindor o Edwin Díaz jamás recuperaron su nivel, y las incorporaciones a mitad de campaña no ofrecieron soluciones.
El Bronx, una historia repetida
Al otro lado del East River, los Yankees reeditaron una narrativa conocida: una excelente base de talento desperdiciada por déficit en el bullpen y dependencia excesiva de una sola superestrella. Aaron Judge volvió a imponerse como emblema ofensivo, pero las incorporaciones al equipo —Devin Williams, David Bednar, Camilo Doval— no mejoraron lo suficiente el relevo. Una eliminación temprana ante los Blue Jays ratificó que la estructura no soportó exigencia.
Las dos organizaciones más ricas del béisbol sumaron cifras estratosféricas, pero terminaron compartiendo la misma frustración: el gasto colosal no rompió el techo de cristal deportivo. Mientras tanto, otros equipos con menos recursos, pero mejor planeación, alcanzaron postemporada con eficiencia.