Por: Víctor Montufar
Vivir al norte de Israel supondría algunas ventajas como el agua, la agricultura e incluso el autoconsumo.
Sin embargo, a unos 10 kilómetros se encuentra una amenaza latente que, en cuestión de segundos, podría desestabilizar Medio Oriente: Líbano y su brazo terrorista, Hezbolá.
Ahí el conflicto no es un asunto territorial. Tiene que ver con la llamada revolución islámica.
Gideon Harari es el encargado de la seguridad del pueblo más alejado al norte de Israel. Vive en el moshav Shear-Yeshuv, una especie de fraccionamiento donde habitaban 700 personas. Hoy quedan 120.
El pueblo está cerrado. Hay temor por las mujeres y los niños. Los que se quedan son campesinos de 70 u 80 años, obreros, maestros y comerciantes.
El gobierno, dijo Harari, teme que tras los ataques del 7 de octubre algo pueda ocurrir y por miedo decidió trasladar al resto de la población a hoteles en Tiberias.
¿Pero qué hace un campesino, acostumbrado a la tierra, en un hotel viendo televisión? Sólo dormir y quizá consumir los alimentos porque en el día regresan al pueblo a ver sus cosas y platicar con los que se quedaron, aunque sea por algunos minutos.
Él es el encargado de la emergencia. Está al frente de un equipo de seguridad que está en guardia junto con el Ejército. Todos están armados.
Convocados por Fuente Latina, Harari nos recibió la mañana del lunes 11 de diciembre en una montaña, a donde se llega por terracería. Para encontrarlo fue necesario pasar por un discreto puesto de control del Ejército y viajar por carretera dos horas desde Tel Aviv.
Al llegar al punto acordado se escuchan algunas detonaciones. Los reporteros nos miramos atónitos. “¿Qué serán? ¿Bombas? ¿Cañones?”, también claramente se pueden apreciar algunos disparos.
Frente a nosotros Líbano. A la derecha, Siria.
Tranquilos, son ensayos del Ejército”, nos tranquilizó.
Amable, Harari abrió su cajuela y preparó té. Además compartió unas mandarinas de su propio jardín.
Para él el problema es muy claro: Irán quiere explotar la Revolución Islámica y se valdrá de cualquier organización o infraestructura para hacerlo.
Portando una pistola a la cintura, sacó un papel y mostró la coincidencia de símbolos entre las banderas del Hezbolá e Irán: el rifle, el mundo y el Corán.
De acuerdo con Gideon Harari, Irán utiliza a Hezbolá para adelantar los intereses de su país en Medio Oriente.
Les molesta que seamos judíos… les molesta que (en la región) no haya un país que no sea musulmán…”.
LA RELACIÓN DE IRÁN CON AMÉRICA LATINA
Gideon Harari trabajó durante 25 años en la unidad 504 de inteligencia de su país, famosa por la serie de televisión Fauda.
Conoce muy bien América Latina ya que vivió en Argentina y en Colombia desarrolló actividades en el sector privado.
La compra de armas por parte de Venezuela es un asunto que le preocupa. Además, denunció la operación de una radiodifusora de Teherán.
Aseguró que hay una importante comunidad iraní en Latinoamérica, en específico en Iguazú, donde comparten frontera Brasil, Argentina y Paraguay.
EL ATAQUE DEL 7 DE OCTUBRE
Para Gideon Harari el ataque del 7 de octubre no tiene relación con Hezbolá. E incluso se aventura a decir que Hamás, la organización terrorista que opera en la Franja de Gaza, se adelantó y no avisó siquiera a Líbano de su operación.
“NO TENEMOS CON QUIÉN HABLAR, TENEMOS QUE DISPARAR”
La diplomacia pasó a un segundo término. El papel de la ONU tras los ataques del 7 de octubre en Israel ha sido muy cuestionado.
La tensión en la frontera norte de Israel es tal que los habitantes del moshav Shear-Yeshuv se han organizado para patrullar la zona.
No tenemos con quién hablar, tenemos que disparar… yo no necesito que me amen, necesito que se queden quietos”, refiriéndose a los terroristas.
Recordó que en la guerra del 73 con Egipto “las cosas fallaron porque los seres humanos fallan y eso pasa”, concluyó.
En la próxima entrega… la guerra desde la visión del Ejército de Israel
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