
Flor Amargo encendió nuevamente la escena urbana con un concierto gratuito en el emblemático quiosco de Coyoacán, en la Ciudad de México. Su música, que ha viajado desde las calles de Europa hasta los rincones más coloridos de México, volvió a reunir a cientos de personas. Pero lo que comenzó como una celebración artística se tornó en tensión cuando elementos de seguridad intentaron interrumpir la presentación y confiscar sus instrumentos.
La escena quedó registrada en una transmisión en vivo a través de sus redes sociales, donde la artista mostró el momento exacto en que autoridades la rodeaban con la intención de despojarla de su equipo. Visiblemente molesta y sorprendida, Flor denunció el acto como una forma de represión hacia el arte callejero y hacia quienes buscan democratizar la cultura más allá de los escenarios convencionales.
“¡Se quieren llevar mis cosas! Esto es represión, la cultura es un derecho, no un lujo”, gritó la artista mientras su comunidad de seguidores, tanto en línea como en el lugar, se unía en su defensa. El momento fue tenso pero revelador: un choque entre la libertad de expresión y las restricciones impuestas a las manifestaciones públicas, incluso aquellas con fines artísticos y culturales.
Lejos de retroceder, el público respondió con fuerza. Rodearon a Flor, formaron un muro humano y dejaron claro que el arte no se calla. La multitud defendió no solo a la artista, sino también su derecho a disfrutar del espacio público como un lugar de encuentro cultural. La música continuó, ahora cargada de un tono más combativo, casi como un himno improvisado de resistencia.
Flor Amargo, sin bajar la voz, hizo un llamado a la conciencia ciudadana: “Estas presentaciones están siendo reprimidas, pero aquí está la gente que me cuida”. Con lágrimas y fuerza en la voz, afirmó que no dejará de presentarse en las calles porque, para ella, la cultura debe llegar a todos, sin barreras económicas ni permisos que limiten la expresión artística.
Como respuesta a lo sucedido, la cantante convocó a una nueva presentación en el mismo lugar, invitando al público a participar en una “revolución callejera” el próximo sábado al mediodía. “Ese quiosco es del pueblo”, sentenció. Su mensaje, más allá de la música, fue una declaración de principios: el arte no pide permiso, simplemente se manifiesta.