
20 OCTUBRE 2025-NTERNACIONAL-Investigadores de la Universidad de Massachusetts Amherst han dado un paso histórico en la frontera entre la biología y la tecnología al crear neuronas artificiales que funcionan casi igual que las reales. Estas nuevas neuronas de bajo voltaje, elaboradas con nanocables de proteínas cultivadas a partir de bacterias, logran comunicarse directamente con los sistemas biológicos, lo que podría transformar tanto la informática como la medicina.
El proyecto, liderado por el ingeniero Shuai Fu, demuestra que es posible imitar con exactitud la actividad eléctrica de las neuronas humanas usando materiales naturales. Publicado en Nature Communications, el estudio detalla cómo estas neuronas artificiales son capaces de procesar señales de manera eficiente, similar al cerebro humano, pero con un consumo de energía mínimo.

Neuronas artificiales de bajo voltaje y alto potencial
El principal reto que enfrentaban los ingenieros era reducir el voltaje de funcionamiento. Hasta ahora, las versiones previas de neuronas artificiales requerían diez veces más voltaje que las naturales, lo que las hacía incompatibles con el cuerpo humano. Sin embargo, el equipo de Massachusetts logró que sus neuronas operaran con solo 0,1 voltios, una cifra equivalente a la de las células nerviosas humanas. Este nivel de eficiencia representa un hito en el desarrollo de dispositivos bioelectrónicos capaces de integrarse con tejidos vivos.
Según el profesor asociado Jun Yao, coautor del estudio, este avance permitirá desarrollar sensores y prótesis que se comuniquen directamente con el cuerpo sin necesidad de amplificadores eléctricos. “Cada vez que un sistema tradicional capta una señal del cuerpo, necesita amplificarla para que una computadora pueda procesarla; eso consume mucha energía y complica el diseño. Con nuestras neuronas de bajo voltaje, ese paso ya no será necesario”, explicó.
El futuro de la conexión entre el cuerpo y las máquinas
El secreto del desarrollo radica en el uso de un nanocable proteico derivado de la bacteria Geobacter sulfurreducens, conocida por su capacidad para generar electricidad. Esta misma bacteria ya se ha utilizado para producir “narices electrónicas” que detectan enfermedades y dispositivos que generan energía a partir del aire o incluso del sudor humano. Ahora, su aplicación en neuronas artificiales marca un nuevo capítulo en la integración entre biología y electrónica.

El impacto potencial de esta innovación es enorme. Estas neuronas podrían usarse en interfaces cerebro-máquina, prótesis inteligentes o tratamientos neurológicos personalizados. En el campo informático, permitirían crear procesadores bioinspirados que consuman menos energía y sean mucho más eficientes que los actuales sistemas digitales. De hecho, el cerebro humano utiliza solo 20 vatios de energía, mientras que un modelo de lenguaje artificial —como ChatGPT— puede requerir más de un megavatio.
Desde un punto de vista crítico, este avance plantea tanto oportunidades como desafíos éticos. La posibilidad de crear conexiones directas entre organismos vivos y sistemas computacionales despierta interrogantes sobre privacidad neuronal, control de datos biológicos y dependencia tecnológica. Sin embargo, también abre la puerta a una revolución en la medicina regenerativa y la neurociencia aplicada, donde los límites entre lo biológico y lo artificial podrían comenzar a difuminarse.

De acuerdo con analistas en neuroingeniería del Instituto de Tecnología de California (Caltech), este tipo de investigaciones sientan las bases para el desarrollo de chips neuromórficos orgánicos, capaces de aprender y adaptarse al entorno del cuerpo humano sin provocar rechazo inmunológico.









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