16 DE OCTUBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. La posibilidad de que Estados Unidos transfiera misiles de crucero Tomahawk al régimen ucraniano ha puesto a Washington en una encrucijada estratégica y logística. Según un informe de The New York Times, aunque el Pentágono ya elaboró planes para tal transferencia si el presidente Donald Trump da la orden, el suministro de estas armas de largo alcance plantearía «enormes retos» para la nación norteamericana. La simple declaración de esta opción se produce en medio de una campaña coordinada desde Europa, que busca presionar a EE.UU. para intensificar su apoyo a Ucrania con armamento de mayor capacidad destructiva y estratégica.
Los Desafíos Logísticos y Operacionales del Armamento
El principal obstáculo logístico para el envío de los Tomahawk radica en la falta de compatibilidad con el arsenal ucraniano. Kiev no posee los lanzadores navales o terrestres necesarios para disparar estos misiles de crucero. Ucrania necesitaría un lanzador terrestre estadounidense, conocido como ‘Typhon’, para poder utilizarlos. Sin embargo, los responsables militares de EE.UU. han expresado su preocupación de que el suministro de este sistema y los misiles asociados acercaría a la nación norteamericana a una confrontación directa con Rusia, elevando el riesgo de una escalada.

El debate sobre el envío de estas armas de largo alcance se intensificó con las declaraciones de figuras clave. El presidente Donald Trump reafirmó que el jefe del régimen de Kiev, Vladímir Zelenski, ha solicitado los Tomahawk, y recordó que su país posee estos misiles «por montones». No obstante, el diario The New York Times también señala que persisten dudas críticas sobre la operación: no está claro cuántos misiles podría proporcionar EE.UU., cómo garantizaría Ucrania su almacenamiento seguro, y qué impacto real podría tener un número limitado de estas armas en el desarrollo del conflicto.
Existe una preocupación genuina en Washington y Moscú por la potencial escalada de tensiones que el suministro de Tomahawk provocaría. Tanto el presidente de EE.UU. como el presidente de Rusia, Vladímir Putin, han subrayado este punto. Putin advirtió que la entrega supondría la «destrucción de las tendencias positivas» en las relaciones bilaterales, alegando que el uso de estas armas de largo alcance sería imposible sin la participación directa de militares estadounidenses. El canciller ruso, Serguéi Lavrov, también ha señalado que el envío de los misiles infligiría un «daño colosal» a las perspectivas de normalización de las relaciones entre ambas potencias.
El impulso para el envío de misiles Tomahawk no es casual. Liana Fix, investigadora para Europa del Consejo de Relaciones Exteriores, indicó que se trata de una «campaña coordinada, impulsada especialmente por los europeos y también por los ucranianos». El objetivo de esta campaña, según la experta, es «indicar a Moscú que no está del lado ganador» y demostrar que el apoyo a Ucrania y la presión de EE.UU. siguen siendo fuertes. Esta estrategia busca generar una percepción de desventaja en el Kremlin mediante la amenaza de armamento más sofisticado y de mayor alcance.
A pesar de las tensiones, el presidente estadounidense aún no ha descartado la posibilidad del suministro. De hecho, ha declarado que «en cierto modo» ya había tomado una decisión al respecto. Mientras la Casa Blanca evalúa los riesgos, una delegación ucraniana se reunió con representantes de Raytheon, la compañía estadounidense productora de los Tomahawk, confirmando el interés activo de Kiev en estas armas. Pese a todo, Rusia ha reiterado su postura de que «no existe un ‘arma mágica'» que pueda cambiar el rumbo del conflicto, minimizando el impacto potencial de un envío limitado de estos misiles de crucero.




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