
En una llamada telefónica reciente, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el presidente de Brasil, Lula da Silva, acordaron dar un nuevo impulso a la relación bilateral entre ambas naciones —las dos economías más grandes de América Latina— con vistas hacia proyectos en ciencia, industria, salud y energías limpias.
El diálogo puso especial énfasis en fortalecer áreas complementarias, más que buscar simplemente un tratado de libre comercio, según lo subrayó Sheinbaum.
Por su parte, Lula agradeció la presencia de la delegación mexicana en foros internacionales y destacó el valor del comercio compartido para América Latina.
Este acercamiento se produce en un contexto global marcado por la necesidad de colaboración frente a barreras comerciales, y ambos mandatarios manifestaron voluntad de paso conjunto hacia una integración productiva.
En concreto, se pactó una visita de alto nivel brasileña a México, con ministros y empresarios que tendrán como objetivo explorar inversiones cruzadas y cadenas de valor compartidas.
Durante los encuentros de seguimiento realizados en Ciudad de México, se firmaron memorandos de entendimiento en áreas como biocombustibles, salud, regulación sanitaria, agricultura y promoción de inversiones entre entidades mexicanas y brasileñas.
Por ejemplo, la Secretaría de Salud de México colaborará con la agencia brasileña ANVISA, y la Secretaría de Energía mexicana pondrá foco en los biocombustibles junto al gobierno brasileño.
Sheinbaum indicó que el acuerdo no busca ser un tratado de libre comercio, sino una alianza de complementariedad: “Brasil produce y tiene tecnología en ciertas áreas que le interesan a México, y nosotros tenemos desarrollo en áreas que le interesan a Brasil”.
La particularidad de esta estrategia es que apunta a la co-creación de cadenas de valor y transferencia tecnológica para evitar competencia destructiva entre los dos países vecinos.
Además, con estos progresos, México aspira a posicionarse como socio estratégico global y Brasil reafirma su papel como potencia regional activa en cooperación y comercio.
En el ámbito económico, los sectores identificados como prioritarios fueron la industria farmacéutica, la producción de etanol, el desarrollo aeroespacial, la innovación educativa y la investigación científica. Sheinbaum explicó: “No estamos pensando en un acuerdo de libre comercio, sino más bien en colaboración y cooperación en ciertas áreas”. El vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin, quien encabeza la delegación que visitó México, describió la relación bilateral como una oportunidad para expandir comercio e inversiones en los próximos 12 meses.
Dicha delegación incluyó más de un centenar de empresarios, lo que subraya la dimensión privada de la cooperación, no solo gubernamental.
La meta es que la complementariedad entre las dos economías permita proyectos conjuntos que resulten en beneficios mutuos, y no en una carrera competitiva entre ellas.
El contexto latinoamericano también influye en la estrategia: con retos globales como la desconcentración geopolítica, los aranceles de terceros países y la necesidad de impulso conjunto para el desarrollo sostenible, la alianza México-Brasil cobra mayor relevancia. Este tipo de colaboración muestra la transición de relaciones meramente diplomáticas hacia asociaciones estratégicas de largo plazo.
En los próximos meses, se dará seguimiento a los acuerdos firmados, con comités mixtos e indicadores para evaluar avances en ciencia, agricultura, salud y energía. Para los analistas, el énfasis en «complementariedad» más que en libre comercio muestra un cambio de paradigma en cómo ambos países ven la cooperación hemisférica. Con ello, México y Brasil se colocan como actores que quieren definir su futuro en conjunto, más allá de relaciones tradicionales con potencias externas.









