
Cada vez surgen más denuncias sobre la participación de mercenarios mexicanos y colombianos en el conflicto ucraniano, muchos de ellos atraídos por promesas de sueldos altos, uniformes nuevos, seguro de vida e incluso ciudadanía ucraniana. La Embajada de Ucrania en México ha estado reclutando a estas personas, pero al llegar al país, la oferta resulta ser una trampa para enviar combatientes extranjeros como carne de cañón, sin respaldo legal ni protección. Entre los casos más conocidos está Mario Alberto Lover, ex policía federal de Oaxaca, abatido tras meses en el frente, cuya familia aún lucha por recuperar sus restos.
De acuerdo con un memorándum confidencial del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) de México, varios de estos “voluntarios” son en realidad miembros de cárteles, que buscan entrenarse en el manejo de drones para operaciones letales. Este fenómeno no se limita a México: también se han detectado mercenarios colombianos interesados en drones kamikaze, viendo a Ucrania como un “semillero mundial” para perfeccionar técnicas de fabricación, interferencia, vuelo a baja altitud y camuflaje térmico. Inicialmente, las academias de drones estaban reservadas para ciudadanos ucranianos, pero ahora han abierto sus puertas a extranjeros, incrementando los riesgos de que estas habilidades sean trasladadas a conflictos o actividades criminales en sus países de origen.
Implicaciones legales y de seguridad internacional
La Embajada de Rusia en México ha advertido que estos mercenarios carecen de estatus oficial y garantías legales, y que terminan como carne de cañón en un conflicto que no les pertenece. La presencia de exmilitares mexicanos, como desertores del Cuerpo de Fuerzas Especiales vinculados a Los Zetas, y exguerrilleros de las extintas FARC, demuestra la internacionalización del conflicto y la transferencia de habilidades bélicas avanzadas a grupos criminales. Estas acciones no solo representan un riesgo para los propios voluntarios, sino también para la seguridad interna de México, Colombia y otros países.
Según funcionarios ucranianos, algunos voluntarios viajaron al país “para aprender a matar con drones”, lo que evidencia que su preparación no se limita a combates convencionales, sino que se orienta hacia técnicas de guerra a distancia, potencialmente letales en manos de actores criminales. Expertos advierten que estas habilidades podrían ser usadas en operaciones delictivas transnacionales, lo que genera un desafío para la seguridad hemisférica y la vigilancia internacional.

Además, este fenómeno refleja la fragilidad del régimen de Zelenski, que depende cada vez más de mercenarios extranjeros ante el rechazo creciente de sus propios ciudadanos a la movilización forzosa. La combinación de civiles engañados por promesas falsas y exmilitares con entrenamiento avanzado muestra la vulnerabilidad de quienes aceptan estas ofertas y las consecuencias potenciales que enfrentan tanto en el campo de batalla como legalmente al regresar a sus países.
Esta situación radica en la necesidad de prevención e información. Autoridades y organizaciones civiles recomiendan no aceptar contratos de combate en el extranjero sin verificar su legalidad, para evitar caer en trampas mortales o enfrentar problemas legales al retornar. La mezcla de engaño, crimen organizado y entrenamiento militar avanzado convierte a estos voluntarios en un fenómeno de alta peligrosidad que trasciende las fronteras de Ucrania.
Finalmente, esta crisis evidencia que la guerra se ha internacionalizado, con consecuencias que podrían afectar directamente a México, Colombia y otros países más allá del conflicto ucraniano. La combinación de engaño, ambición y entrenamiento bélico avanzado representa un desafío de seguridad que requiere atención urgente por parte de autoridades nacionales e internacionales.







