
La nueva serie de Netflix, Me late que sí, no solo es entretenimiento: es una reconstrucción dramatizada de uno de los fraudes más notorios en la historia de los sorteos en México. En 2012, un grupo de empleados de Pronósticos para la Asistencia Pública manipuló el sorteo de Melate, el popular juego de lotería, para quedarse con más de 160 millones de pesos de manera fraudulenta. La serie explora cómo la ambición, la desesperación y la falta de supervisión en el sistema permitieron que ocurriera uno de los delitos más audaces del país.
El actor Alberto Guerra encabeza el elenco como José Luis Conejera, el cerebro detrás del plan, un personaje complejo que representa tanto la astucia como los conflictos internos de quienes deciden romper la ley por beneficio propio. A su lado, otros personajes reflejan distintos roles dentro del fraude: desde cómplices de bajo perfil hasta familiares que se beneficiaron del resultado manipulado, mostrando cómo un crimen puede implicar a varias capas sociales y familiares.
El mecanismo del fraude fue ingenioso: los responsables grabaron previamente el sorteo con los números ganadores y lo transmitieron como si fuera en vivo. De esta manera, pudieron comprar boletos con los números correctos antes de que la emisión se hiciera pública. Este detalle, que parece sacado de una película de suspenso, fue posible gracias a la falta de protocolos de supervisión en ese momento y a la confianza que el sistema otorgaba a sus propios empleados.
La serie también enfatiza el efecto psicológico de la ambición desmedida. Los involucrados no eran criminales profesionales; eran empleados “comunes” que, ante la posibilidad de cambiar su destino financiero de manera drástica, decidieron cruzar una línea moral que parecía lejana. Netflix combina drama, comedia negra y thriller para mostrar cómo los seres humanos pueden racionalizar acciones que normalmente rechazarían, especialmente cuando hay millones de pesos de por medio.
El impacto social del fraude Melate fue inmediato y duradero. Al conocerse el caso, se desató un debate público sobre la seguridad de los sorteos, la supervisión de los empleados y la transparencia de las instituciones. El público, que durante años confió en la integridad del sorteo, se sintió traicionado y muchos cuestionaron si los juegos de azar en México podían ser realmente justos. La serie refleja esta decepción social, mostrando el desconcierto y la indignación de la población afectada.
Además de la historia central, Me late que sí explora las consecuencias legales y personales para los implicados. La narrativa muestra cómo los protagonistas enfrentan investigaciones, la exposición mediática y la presión familiar, ofreciendo una visión más humana de un crimen que, en los titulares, parecía solo un golpe económico. La serie deja claro que los delitos de esta magnitud no solo afectan el dinero, sino que transforman vidas, relaciones y la percepción pública de la justicia.
Los creadores de la serie, incluyendo a guionistas y directores, explican que quisieron equilibrar entretenimiento y reflexión. Por un lado, mantienen el suspenso y la intriga de un thriller; por otro, invitan al espectador a pensar en la ambición, la moralidad y la vulnerabilidad del sistema. La historia real de Melate se convierte así en un espejo de las contradicciones humanas: todos soñamos con mejorar nuestra suerte, pero ¿a qué precio estamos dispuestos a cruzar la línea?
Finalmente, Me late que sí no se limita a narrar un fraude pasado. Sirve como advertencia y reflexión sobre cómo funcionan las estructuras de poder y confianza en México, y cómo decisiones aparentemente pequeñas pueden desencadenar un efecto dominó con consecuencias enormes. La serie promete captar la atención del público por su tensión narrativa, pero también







