27-Julio-2025.-La historia de Berfin Ozek, una joven turca que fue brutalmente atacada con ácido por su ex pareja, ha vuelto a generar controversia. Esto luego de que se hiciera público que decidió casarse con el hombre que la desfiguró, Casim Ozan Celtik. El caso, ocurrido en 2019 en Turquía, causó gran indignación cuando se conoció que el agresor la había dejado con quemaduras de tercer grado, pérdida de un ojo y severas cicatrices.
Luego del ataque, Casim huyó, pero fue detenido en 2020 y recibió una sentencia de 13 años y medio de prisión. A pesar de la gravedad de los hechos, Berfin retiró los cargos, argumentando que se sentía mal por haberlo enviado a prisión. Esta decisión permitió que el agresor saliera antes de cumplir su condena completa y, sorprendentemente, se casaron tiempo después. El acto ha sido calificado por muchos como un mensaje peligroso para las víctimas de violencia de género.
En redes sociales, miles de personas han expresado su rechazo y preocupación por lo que consideran una falta de protección y conciencia en torno a la violencia contra las mujeres. Frases como “no queremos amor que mate” se han vuelto tendencia, subrayando el mensaje de que el perdón no debería estar por encima de la justicia y el autocuidado de las víctimas.
El diario Hurriyet documentó que Berfin pasó por múltiples cirugías reconstructivas en rostro, labios y párpados, además de tratamientos médicos en cuello y pecho. A pesar del apoyo familiar, la recuperación física y emocional fue larga y dolorosa. Su decisión de reconciliarse con su agresor no solo ha impactado a quienes la rodean, sino que también ha encendido el debate nacional sobre la revictimización.
organizaciones de derechos humanos han señalado que Turquía, a pesar de tener leyes contra la violencia de género, aún enfrenta graves problemas de implementación y cultura machista. Amnistía Internacional y otras ONG han pedido al gobierno turco que refuerce los programas de atención psicológica para víctimas y que el sistema judicial garantice condenas justas, sin que estas dependan del perdón de la víctima.
Este caso pone en evidencia una dura realidad: muchas víctimas regresan con sus agresores por presión social, dependencia emocional o falta de apoyo institucional. Expertos en salud mental advierten que este tipo de relaciones se mantienen por dinámicas tóxicas de control y culpa, y que es urgente invertir en educación emocional, prevención y justicia efectiva.
