El mexicano Marco Estrada volvió a estar bajo los reflectores cuando lanzó la primera bola en el estadio del Toronto Blue Jays, pocas horas antes del inicio del decisivo Juego 7 de la Serie de Campeonato de la Liga Americana. Ese gesto simbólico rememoró su papel como una de las más sólidas piezas en las temporadas 2015‑16, justo cuando Toronto disputaba sus últimos avances hacia la Serie Mundial.
Un regreso a la memoria
Estrada, nacido en Sonora, México, fue uno de los abridores más confiables del equipo durante esas campañas. Según se reporta, en seis aperturas de postemporada entre los años 2015 y 2016 tuvo una efectividad de 2.16 lanzando para los Azulejos. Ese dato refleja cómo su rendimiento miraba más hacia la construcción de outs inteligentes que hacia el brillo espectacular —un perfil que muchas veces queda en segundo plano pero que es fundamental para el éxito de un equipo.
Durante esos años destacó por su control, su cambio de velocidad y la capacidad de engañar bateadores con menos velocidad que los tradicionales “aces” pero con resultados. En su tramo con Toronto, ganó 39 juegos y registró una efectividad de 4.25 en la temporada regular entre 2015 y 2018.
Sobrevalorado o infravalorado
Es pertinente plantearse si Estrada recibió el reconocimiento que merecía. Con 62 victorias en su carrera, 1 094 ponches y una efectividad de 4.29 en 1 251.1 entradas lanzadas, sus números globales son sólidos pero no espectaculares. Sin embargo, al analizar etapas clave —como el playoff 2015‑16— se observa que estaba al nivel de lanzadores más celebrados. Esto abre un debate válido: ¿es justo medir el valor de un lanzador solo por estadísticas acumuladas o debe considerarse también su impacto en momentos decisivos?
Además de sus logros en MLB, resulta relevante destacar que Estrada se convirtió en parte importante de la legión mexicana que ha dejado huella en las Grandes Ligas. En 2018 superó los mil ponches, convirtiéndose en el octavo mexicano en alcanzar esa marca.Eso no solo habla de longevidad sino de consistencia, y pone su carrera en una dimensión cultural que trasciende equipo o ciudad. Para el béisbol en México representa un ejemplo de perseverancia y profesionalismo.
El reto de mantenerse al tope
No obstante, su carrera también ilustra lo complejo que es mantenerse en la élite. Tras sus mejores años, su efectividad comenzó a subir, sus entradas disminuyeron y su última temporada se vio marcada por lesiones y menor rendimiento. Este descenso no debe ser motivo de menosprecio sino un recordatorio de lo frágil que es el rendimiento en lanzadores: factores como el desgaste físico, la adaptación de bateadores y el entorno del equipo influyen mucho.
Marco Estrada encarna un perfil tal vez menos glamoroso que el de los perdigones que lanzan a 98 mph, pero crucial en equipos que aspiran a algo más que buenas temporadas: equipos que quieren avanzar en octubre. Su papel en las campañas 2015‑16 lo posiciona como una figura que merece reaparecer en la memoria del aficionado. Más aún, su trayectoria invita a revisar cómo valoramos a los pitchers: ¿por la velocidad + victorias o también por inteligencia, consistencia y momentos decisivos? En ese sentido, Estrada no solo cumplió, sino que dejó huella.
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