
12 DE DICIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. El género literario conocido como «whodunnit» (¿quién lo hizo?) ha experimentado un resurgimiento notable, impulsado por el éxito de películas como Knives Out (2019) y su reciente secuela, Wake Up Dead Man, que se estrena este viernes. Este subgénero narrativo se centra en la fascinante tarea de descubrir la identidad del culpable de un crimen, manteniendo al lector o espectador en vilo hasta el final. La nueva película de la franquicia de Rian Johnson rinde homenaje explícito a los grandes maestros de la literatura de crímenes, como Agatha Christie y John Dickson Carr, confirmando que la fórmula de los misterios ingeniosos sigue siendo irresistible para el público contemporáneo.
Si bien la producción de Hollywood nos ofrece nuevas entregas de estos misterios, el núcleo del género reside en las páginas de los clásicos que establecieron las reglas. A continuación, presentamos una selección de 10 historias imprescindibles que demuestran la brillantez y el ingenio de la narrativa de crímenes, garantizando que el culpable permanezca oculto hasta el desenlace final.
Misterios de Habitación Cerrada y Maestros Inmortales
La lista de los misterios más ingeniosos debe comenzar con los pilares del género. Arthur Conan Doyle contribuyó con innumerables aventuras de Sherlock Holmes, y «La aventura de la banda moteada» (1892) destaca por un elemento particularmente retorcido en el centro del crimen. Por su parte, G.K. Chesterton aportó historias intelectuales con su detective-sacerdote, el Padre Brown, cuyo relato «El hombre invisible» (1911) presenta un desconcertante problema: una víctima es asesinada en una casa fuertemente custodiada sin que nadie vea entrar o salir al atacante.
Sin embargo, el trono indiscutible de los misterios recae en Agatha Christie, quien da vida al detective Hércules Poirot y a la inolvidable Miss Marple. Su obra «El asesinato en la rectoría» (1930) marcó el debut de Miss Marple y ofrece uno de los enigmas más satisfactorios de la autora, lleno de confesiones falsas y manipulación de pruebas. Un maestro de la «habitación cerrada» es John Dickson Carr, cuya novela «El hombre hueco» (1935) es considerada por el director Rian Johnson como un «increíble y complejo rompecabezas», y es referenciada en la nueva película de Daniel Craig.
La narrativa de los misterios se expandió más allá de las páginas a la gran pantalla. La película «Verde es el peligro» (1946), basada en la novela de Christianna Brand, demuestra la maestría del director Sidney Gilliat para intensificar un enigma ya desconcertante. La historia presenta un doble asesinato, uno cometido durante una cirugía en un quirófano y otro durante un apagón en la Segunda Guerra Mundial, obligando al Inspector Cockrill a desenredar una compleja red de tensiones entre los sospechosos del hospital.

De la Psicología Francesa a los Misterios Cinematográficos
El misterio ha encontrado expresiones únicas en diferentes culturas, como lo demuestran los escritores franceses Boileau-Narcejac. Su novela «Los vivos y los muertos» (1954), más famosa por inspirar la película Vértigo de Alfred Hitchcock, es un ejemplo de cómo mezclar el trauma emocional y las maquinaciones criminales despiadadas. La historia envuelve a un abogado en la investigación de la extraña conducta de la esposa de un amigo, lo que conduce a un misterio mucho más complejo que un simple engaño.
El cine italiano giallo ofreció una variante con una dosis extra de horror, tomando la base del whodunnit y añadiendo violencia audaz. El director Dario Argento es el rey de este subgénero, y su ópera prima «El pájaro con las plumas de cristal» (1970) es un ejemplo de su talento visual y perspicacia psicológica, donde los giros dramáticos se combinan con una violencia operística hasta la revelación final.
En la literatura británica contemporánea, P. D. James (junto con Ruth Rendell) heredó el título de «reina» del género. Su novela «La torre negra» (1975), protagonizada por el inspector Adam Dalgliesh, privilegia el detalle meticuloso y la atmósfera melancólica, distanciándose de los sobresaltos fáciles. Finalmente, Joseph L. Mankiewicz y Anthony Shaffer llevaron la autoconciencia al género con la película «La huella» (1972), un retorcido juego de poder entre un novelista de misterios y el amante de su esposa, que utiliza los clichés del género para manipularse mutuamente con giros ingeniosos.
El Concepto del Detective Aficionado y la «Inyección de Normalidad»






