
Los campos de Apatzingán, Michoacán, se han convertido en el escenario de una protesta desesperada y visualmente impactante. Productores de limón de la región tiraron toneladas de su cosecha a la calle, una acción drástica que busca visibilizar la grave crisis económica que atraviesan. La manifestación es una respuesta directa a los «precios miserables» que los compradores están pagando por el limón, tarifas que no cubren ni siquiera los costos básicos de producción. El mensaje de los agricultores es claro y doloroso: «Lo quieren regalado… ahí está».
Costos por los cielos, ganancias por los suelos
Los productores michoacanos denuncian una realidad insostenible: mientras que los costos para producir cada kilo de limón (incluyendo fertilizantes, mano de obra y transporte) rondan los 10 pesos, los intermediarios y empacadoras les están ofreciendo cifras de apenas 4 o 5 pesos. Esta diferencia significa que, en lugar de ganar, los agricultores están perdiendo dinero con cada corte de limón. Es una situación que aniquila la economía familiar y pone en riesgo la continuidad de la actividad agrícola, obligando a los campesinos a endeudarse para mantener sus huertas.
La rentabilidad del limón ha caído a niveles críticos. La protesta en Apatzingán, una de las principales zonas productoras, es un grito de auxilio dirigido a las autoridades para que se establezcan mecanismos de justicia y se regule el precio de compra. Para los productores de limón, tirar su fruto es un sacrificio económico inmediato, pero necesario, para hacer visible su hartazgo y exigir una respuesta ante la falta de ganancias justas.
La crisis del bajo precio del limón en Michoacán no es solo un problema de mercado; se agrava por un factor de seguridad. Además de los precios de miseria que reciben, los productores de limón han denunciado en diversas ocasiones ser víctimas de extorsión y cobro de «derecho de piso» por parte de grupos delictivos. Este costo forzoso y violento reduce aún más cualquier posibilidad de ganancia y aumenta el riesgo para los agricultores y jornaleros.
Organización para la Supervivencia del Limón

Ante esta compleja situación, los productores en Michoacán han tenido que buscar estrategias de supervivencia más allá de las protestas. Una medida clave que se ha implementado en la región, en coordinación con otros estados productores como Colima, es la regulación de la oferta para evitar la sobreproducción y la consecuente depresión del precio. Los agricultores han optado por cortar el limón solamente tres días a la semana (lunes, miércoles y viernes). Esta decisión, aunque limita el ingreso semanal, busca controlar la cantidad de fruta que llega al mercado para que el precio no caiga más. Es un intento desesperado de los limoneros por ordenar el mercado ante la inacción de las autoridades para garantizar un precio justo y condiciones de seguridad.
Este panorama evidencia la vulnerabilidad del campo mexicano, donde los productores, el eslabón más débil de la cadena, terminan asumiendo todos los riesgos. La manifestación de Apatzingán ha puesto en el foco nacional la necesidad de atender la crisis agraria y garantizar precios de garantía que permitan la dignidad en el trabajo.
La exigencia de justicia por parte de los limoneros incluye no solo la mejora en el precio, sino también el reforzamiento de la seguridad para poder trabajar libremente. La incertidumbre económica se mezcla con el temor, creando un ambiente de desesperanza que se refleja en la amarga decisión de destruir su propia cosecha.
La solución requiere una intervención gubernamental que analice y regule la cadena de valor del limón, desde el campo hasta el consumidor final. Es urgente encontrar un equilibrio que beneficie tanto a los agricultores que invierten su esfuerzo y recursos, como a los consumidores, y que evite que la mano de obra del campo termine en la ruina por la falta de ganancias justas.