
El conocimiento es un arma; por eso hay tantos desarmados, y desalmados.
Florestán.
CIUDAD DE EL VATICANO.- Ayer, el camarlengo, que es el capo di tutti i capi al fallecimiento de un pontífice, en la sede vacante, certificó que el papa Francisco estaba efectivamente muerto y asumió, como lo había hecho desde su último suspiro, la máxima autoridad.
El camarlengo es el canadiense nacionalizado estadunidenses, Kevin Farrell, sobre el que recae el gobierno de este interregno desde el llamado a las congregaciones hasta le elección del sucesor 267 de Pedro.
No hay otra autoridad por encima. Ni el decano del colegio cardenalicio, ni el vicedecano, ni el limosnero ni el penitenciario, que son los únicos cinco cargos que sobreviven en la sede vacante, todos los demás cesan.
Pues bien, el camarlengo Farell, cumplió los ritos al declarar muerto a Francisco, en su cuarto, el 201 de la residencia de Santa Marta y llevar a cabo las reformas y últimas voluntades de Bergoglio: no usar el triple ataúd, Francisco quiso una caja de madera, y no ser expuesto en catafalco, sino 4n el féretro sin cerrar y así ser llevado, mañana, a la Basílica de San Pedro para que recibir el adiós de los fieles hasta el viernes a las siete de la tarde, cuando será cerrada la basílica para ser trasportado el sábado a partir de las diez de la mañana a su básica favorita, Santa María Maggiore, una de las cuatro de Roma con San Pablo Extramuros, San Juan de Letrán y, por supuesto, San Pedro.
A esa, su favorita, donde decidió que estuviera su tumba, pasaba antes y después de cada viaje al extranjero, y allí, quiso que depositaran sus restos, lo que se cumplirá el sábado.
El camarlengo, que ya había sellado los departamentos papales del Palacio Pontificio, que nunca habitó, hizo lo mismo con esa habitación 201 de Santa Marta, y supervisó su traslado a la capilla de la misma residencia.
Lo que viene es el conclave en el que por primera vez 135 cardenales, por encima de los 120 previstos, elegirán al sucesor de Francisco en medio de una crisis mundial, que en nada ayuda hasta ahora la muerte de Francisco y que dejará ver, una vez más, si el gran elector es el Espíritu Santo, que nunca ha votado, o los intereses de los cardenales divididos entre tradicionalistas, anti Francisco, y liberales, pro Francisco, 135 electores de los que Bergoglio designó a 108, el 80 por ciento del total, que superan aritméticamente las tres cuartas partes necesarias para elegir a un nuevo obispo de Roma.
Pero esto no dice nada, como no lo ha dicho en los 266 cónclaves anteriores, en los que quienes entran papábiles, salen cardenales.
A partir de unos días, el equilibrio del mundo, en esta nueva era global dependerá en gran parte, de quien en la Sixtina haya provocado el humo blanco y enseguida salga al balcón de San Pedro ya revestido como el papa 267 de la historia, de este momento de la historia.
Nos vemos mañana, pero en privado.