Desde lo más profundo de su corazón, Laura Bozzo abre las puertas de su alma en un documental que no solo cuenta, sino que desgarra y sana. A través de imágenes crudas y reveladoras, esta figura mediática se presenta como nunca antes: vulnerable, real y llena de cicatrices. No es la Laura del show, es la Laura que siempre temió mostrar.
Durante tres años vivió bajo arresto domiciliario, una etapa tan dura como surrealista: recluida en su propio estudio de televisión en Perú, separada de sus hijas, enfrentando el peso de acusaciones que retumbaron más allá del escenario. Pero incluso en esos días oscuros, Bozzo encontró luz en la fe, el amor maternal y la convicción de que rendirse no estaba en su guion.
Con franqueza desgarradora, confiesa que hubo momentos en que “ha querido morir”, pero fue en esos abismos donde más se aferró a la vida. “Todo lo que he vivido demuestra que lo que no mata, fortalece”, reflexiona la conductora, quien añade que su mayor motor, siempre, han sido sus hijas.
La cámara no oculta nada: ansiedad, depresión, ataques de pánico y una personalidad arrolladora que siempre fue su escudo. “Soy media loca, nunca he sido normal; soy transgresora por naturaleza”, se describe Bozzo, sin eufemismos ni máscaras.
Sin embargo, esta historia no es solo dolor: es también redención. Fue, desde joven, abogada, profesora, defensora de mujeres maltratadas. “Mi hogar fue un matriarcado. Siempre ayudé a la gente antes que la televisión. Esa vocación me define más que el glamour”, recuerda con orgullo, reclamando para sí la verdadera esencia de su ser.
Este documental, disponible en Vix, reúne entrevistas íntimas con sus hijas, amigos entrañables como Maribel Guardia o Andrés Hurtado, y su voz desnuda frente a sus mayores desafíos: desde acusaciones por corrupción hasta su arresto domiciliario, sin ocultar nada. Aquí no hay artificios: solo una mujer que decidió sanar contándose.
El documental no solo se limita a mostrar los hechos, sino que busca tocar el alma del espectador. En un tiempo donde las redes sociales distorsionan la imagen pública y reducen la complejidad humana a memes y titulares, Bozzo se atreve a ir contra la corriente: “Ya no me importa el qué dirán. Lo que me importa es que mi historia pueda ayudar a otros que están pasando por el infierno”, declara con voz firme, pero con lágrimas en los ojos.
Uno de los momentos más conmovedores es cuando narra cómo vivió la traición, no solo desde lo legal, sino también desde lo emocional. “Fui usada, manipulada, señalada. Y aun así, tuve que reconstruirme sin rencores”, dice Laura, mientras en pantalla aparecen fragmentos de archivos judiciales, noticias y comentarios destructivos que circularon en su contra durante años. Su capacidad de perdonar y seguir adelante da un giro inesperado al relato que muchos creían conocer.
Este trabajo documental se convierte también en una crítica social silenciosa: ¿por qué nos cuesta tanto ver el dolor detrás de los personajes públicos? ¿Por qué es tan fácil lapidar con juicios, pero tan difícil empatizar con sus historias? Bozzo se atreve a plantear estas preguntas sin victimizarse, simplemente abriendo su verdad como una ventana al entendimiento.
Y mientras camina por los pasillos de su antigua casa-estudio, donde una vez gritaba “¡Que pase el desgraciado!”, ahora lo hace en silencio, recordando cómo la fama puede ser una prisión dorada. Pero también reconoce que ese mismo escenario, que la expuso al escarnio, hoy se convierte en el lugar donde sana.
