Además de ser uno de los grandes escritores de México y autor de dos obras icónicas, Juan Rulfo tuvo una pasión no tan conocida, la de capturar con su cámara algunos de los paisajes más inadvertidos de nuestro país. Durante su vida, el artista tomó cientos y cientos de fotografías que expresan su poética, su forma de ver la vida y las maneras en las que este país, imposiblemente hermoso, le tocaba el espíritu.
Sus postales son como sus escritos, pedazos de realidad detenidos en el tiempo que nos explican todas las poesías que es México. Mujeres con velo blanco que caminan en el desierto, los instrumentos de una banda del norte sin músicos o el silencio de los pueblos reunidos en la figura de una anciana que cose en el umbral de una puerta.
Cada imagen nos relata una manera de observar la existencia. Esa mirada particular que le llevó a escribir Pedro Páramo, entre viudas, fantasmas y nostalgia. Esa forma de existir en el país de los muertos que no mueren, de los paisajes alumbrados sólo por la luna, de las pequeñas o grandes charlas sobre la vida que tienen dos hombres en su terraza a un costado de una carretera, de cualquier carretera.
Tanto en sus fotografías como en sus letras, Juan Rulfo trata de sacar a la superficie el México profundo, ese que sucede lejos de las ciudades, en una comunidad desconocida donde todo transcurre más lento, incluso los segundos.
¿Cómo encontraron las fotos de Juan Rulfo?
Tras su muerte, el 7 de enero de 1986, se encontraron en su departamento en la Guadalupe Inn de la CDMX, más de siete mil negativos que estaban dentro de cajas de zapatos. Algunos estaban en muy malas condiciones, pero otros pudieron recuperarse.
Sólo seis años antes, el escritor había presentado en Bellas Artes una exposición con lo mejor de su obra fotográfica. Para muchos esta faceta era totalmente desconocida, sabían que le gustaba su cámara, pero pensaban que era una de sus tantas aficiones, como escuchar música clásica a todo volumen o ver películas del Cine de Oro nacional.
No obstante, cuando aparecieron estas imágenes en los muros del recinto, toda la intelectualidad mexicana y extranjera se sorprendió. Las imágenes eran asombrosas, tanto que la crítica y escritora Susan Sontag dijo en un ensayo: “Es el mejor fotógrafo que he visto en América Latina”.
La historia (y textura) de las fotografías
De acuerdo a sus múltiples biógrafos y amigos cercanos, el amor por la fotografía estuvo presente a lo largo de toda su vida, pero se profundizó a finales de los años treinta, cuando por su trabajo en la Secretaría de Gobernación y luego como vendedor de neumáticos, tuvo la oportunidad de explorar la totalidad de México.
Mientras escribía el Llano en llamas y Pedro Páramo, iba por los caminos con su cámara Rolleiflex enfocando los fragmentos de nuestro país tras el paso de la Revolución Mexicana. Una nación de trenes y caminos desolados. Las fotografías de Juan Rulfo también cuentan una historia.
Los temas que le gustaban a Rulfo
Entre sus temas principales estaban la arquitectura (un tema que lo apasionaba), los pueblitos desconocidos (casi vacíos) y las ruinas precolombinas que aparecían aquí y allá y debelaban un pasado invisible, secreto, la esencia de lo que siempre fuimos, de lo que no nos quitaron los españoles.
Conforme su carrera en las letras progresaba, él tenía esta vida paralela. Mientras abordaba sus textos con su imaginación, sus fotografías reflejaban el amor por los viajes y sobre todo por el México rural del norte y del sur. Ese México del Indio Fernández o de los cuadros de Orozco.
Algunas imágenes son del desierto, otras de un mar, plagadas de pescadores con sus redes, de volcanes y unas cuantas fueron tomadas en los sets de las películas que se hacían a propósito de sus piezas escritas. Existen algunas postales donde incluso podemos apreciar a María Félix en el esplendor de su belleza, caminando junto a una pirámide que nadie vio, pero que siempre existió. Así son las fotografías de Juan Rulfo.
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Con el reciente estreno de Pedro Páramo y con Cómala como ese pueblo donde todo inicia y todo termina, vale la pena conocer al tímido y talentoso escritor que se hizo gigante gracias a sus letras e inmortal por sus fotografías.