En enero de 1997, Margaret «Big Mags» Haney, una abuela escocesa, saltó a la fama en la ciudad de Stirling por un acto de justicia popular. Logró, por la fuerza, expulsar de la urbanización Raploch a un delincuente sexual infantil convicto, Alan Christie. Este suceso, previo a la ola moderna de los «cazadores de pedófilos» en línea, la catapultó a la luz pública como una matriarca de la justicia. Su estilo directo y su firmeza la hicieron una figura mediática, admirada por muchos que sentían que ella actuaba donde otros fallaban.
Su recién adquirida popularidad la llevó a programas de televisión como Kilroy, donde no dudó en debatir acaloradamente con el presentador e incluso amenazó a dos hombres del público condenados por abuso infantil. Las protestas en el país se convirtieron en su nuevo escenario. Con micrófono o pancarta en mano, su presencia garantizaba la atención de la prensa. Era aclamada por «defender a la gente decente» y por su ímpetu para solucionar «un problema que nadie más abordaba», como ella misma decía, una heroína popular para la comunidad, pero su verdadero rol estaba por revelarse.
Un Secreto Siniestro: La Cazadora de Pedófilos y el Tráfico de Drogas
Seis meses después de su rápido ascenso como activista, la prensa comenzó a destapar la oscura realidad que envolvía a Haney y a su familia. Big Mags era la cabeza de una «ola de delincuencia familiar» conocida por robos y violencia en Stirling. Los tabloides no tardaron en bautizarlos como «La familia del infierno de Escocia» por la gran cantidad de delitos cometidos en la ciudad, un historial criminal «legendario» que ya había agotado la paciencia de los vecinos. Su imagen de justiciera comenzó a desmoronarse ante la exposición de sus antecedentes.
La revelación de los crímenes del clan Haney tuvo consecuencias inmediatas. La comunidad, harta de la delincuencia, se movilizó. Una turba de 400 personas, una multitud más grande que la que había expulsado al pedófilo seis meses antes, se congregó frente al apartamento de Mags. Coreaban amenazas y exigían su partida. La policía tuvo que intervenir para evitar un disturbio. Haney abandonó la urbanización custodiada, pero no sin antes hacer un gesto obsceno a la multitud, un acto final de desafío que marcaba el paso de ser una figura célebre a una figura temida.
El periodista Mark McGivern, del Daily Record, fue clave en la caída de Haney. Una fuente le reveló que Mags era una importante traficante de heroína, la jefa de una operación de drogas que mantenía a la «familia del infierno» a flote. McGivern investigó, presenció a familiares vendiendo drogas y, en una confrontación directa con Mags en lo que se conocía como la «Fortaleza Haney», intentó comprar heroína. El reportero, desorientado, escapó para publicar su artículo con el titular «Traficante número uno».
La nota de McGivern desató una operación policial encubierta. Cuatro miembros del clan Haney fueron arrestados y juzgados. El tribunal descubrió que Big Mags era el cerebro detrás de la red de narcotráfico, ganando hasta 1.000 libras esterlinas al día con la venta de heroína desde el llamado «hotel Haney», un negocio que compaginaba con 1.200 libras al mes en prestaciones estatales. Haney fue condenada a 12 años de prisión; su hija Diane a nueve, su sobrina Roseann a siete y su hijo Hugh a cinco.
A pesar de las contundentes condenas, que se materializaron en 2001, muchos se preguntaron por qué la red criminal de los Haney, supuestamente rampante en la década de 1990, tardó tanto en ser desmantelada. Simon McLean, un policía retirado que investigó el caso, sugirió una razón sorprendente: «La respuesta obvia es que ella estaba informando». Esta hipótesis, de que Big Mags proporcionaba información a la policía, fue confirmada por otra fuente policial, revelando una capa aún más compleja en la vida de la abuela traficante.
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