
8 DE DICIEMBRE DEL 2025 – INTERNACIONAL. La inminente subasta de una pascalina, la máquina de cálculo inventada por el genio Blaise Pascal en el siglo XVII, ha generado una profunda controversia en Francia, siendo catalogada como un «error asombroso» por el Instituto de Francia. Esta institución cultural y científica destacó en un artículo publicado en Le Monde la trascendencia de la pascalina, afirmando que es el origen de la informática moderna y que convirtió a Francia en la cuna de esta «revolución que transformó nuestra comprensión del mundo». La preocupación se centró en la licencia de exportación otorgada a la casa de subastas Christie’s, que permitía que esta pieza, considerada una «joya del patrimonio intelectual y tecnológico francés», saliera del país.
Un Tesoro Tecnológico: La Importancia Histórica de la Pascalina
Dos meses antes de la subasta, programada para el 19 de noviembre, Christie’s anunció la venta de la colección de Léon Parcé, que contenía valiosos tesoros bibliográficos y científicos, siendo la pascalina la pièce de résistance. Las estimaciones de la máquina oscilaban entre US$2 y $3.5 millones, y fue calificada como «el instrumento científico más importante jamás ofrecido en subasta». El matemático Cédric Villani, en un video promocional, enfatizó que era «mucho más que una simple máquina» y que representaba «todo un capítulo de la historia de la humanidad». Este artefacto, una caja de madera con varillas de ébano y ocho ruedas visibles que componen un ingenioso sistema de engranajes, realizó una gira internacional, mostrando su valor histórico antes de la puja.
El inventor de la pascalina, Blaise Pascal (1623-1662), fue uno de los polímatas más grandes de la historia, con contribuciones fundamentales en matemáticas, física (la unidad de presión, el pascal, lleva su nombre), filosofía y teología. Su vida fue un torbellino de genialidad: a los 11 años escribió un tratado sobre sonidos, a los 16 publicó sobre geometría y, junto a Pierre de Fermat, sentó las bases de la teoría de la probabilidad. Pero su genio no se limitó a lo abstracto; también inventó aparatos precursores de la jeringa y desarrolló el concepto de transporte público moderno en París.
La idea de la «máquina aritmética» nació de una necesidad muy práctica: ayudar a su padre, un funcionario de la administración financiera en Normandía, con la agotadora carga contable. Con tan solo 19 años, Pascal se dedicó a pulir su diseño. El mayor desafío técnico fue crear el mecanismo de acarreo, ese proceso de «llevar 1» al sumar, por ejemplo, 19 + 11. Pascal encontró una solución mecánica brillante para este problema. En 1645 presentó su invento a sus contemporáneos, asegurando que su máquina liberaba al usuario de la «deficiencia de memoria» y garantizaba un riesgo de error nulo.
Para proteger su invento, Pascal obtuvo en 1649 un privilegio firmado por el rey Luis XIV, el equivalente a la primera patente para una máquina de este tipo, prohibiendo la falsificación bajo pena de multa. Aunque la producción artesanal y costosa limitó la difusión masiva de la pasacalina, el artilugio deslumbró a los eruditos, como el matemático Gilles de Roberval, y se convirtió en el prototipo de generaciones posteriores de calculadoras mecánicas, desde las de Leibniz hasta los aritmómetros del siglo XIX. No es casualidad que uno de los primeros lenguajes de programación modernos, publicado en 1970, fuera bautizado Pascal en su honor.

El destino de la pascalina de la colección Parcé tomó un giro inesperado. Horas antes de la subasta, Christie’s anunció que no seguiría adelante con la puja por la máquina, a pesar de que otras obras científicas históricas sí cambiaron de manos. Los opositores a la venta no se limitaron a protestas mediáticas, sino que presentaron un recurso legal de emergencia. Argumentaron que esta pieza en particular, diseñada para topografía (funcionando con unidades de medida como brazas, pies, pulgadas y líneas), era única y crucial para el patrimonio científico francés, exigiendo que se integrara en una colección pública para su estudio.
El recurso surtió efecto. El tribunal administrativo de París bloqueó temporalmente la autorización de exportación que el ministro de Cultura había otorgado previamente, concluyendo que había «serias dudas» sobre la legalidad del certificado. El juez dictaminó que la pascalina «probablemente sería clasificada como ‘tesoro nacional'», lo que le impediría abandonar suelo francés, al menos hasta que se dicte una sentencia definitiva. De esta manera, y al menos por ahora, el valioso antecedente de la informática se queda en su país de origen.
La Ley de Pascal y el Legado Científico que Impulsó la Invención






