8 DE SEPTIEMBRE DEL 2025- INTERNACIONAL. El reciente despliegue del ejército estadounidense en el Caribe, como parte de la estrategia contra el narcotráfico, ha encendido alarmas en Puerto Rico. La memoria histórica de los ejercicios militares en la isla, particularmente en Vieques, revive un temor profundo entre la población. Para muchos, la presencia de soldados y buques de guerra no es una señal de seguridad, sino la resurrección de un pasado doloroso marcado por décadas de bombardeos y tensión. La desconfianza se intensifica ante la falta de transparencia del gobierno de EE. UU. sobre los detalles de estos operativos, dejando a la gente con la sensación de que su tierra podría volver a ser utilizada como un campo de pruebas.
En Vieques, una isla al este de Puerto Rico que fue utilizada por la Marina estadounidense para ejercicios militares con munición viva durante más de 60 años, el miedo es palpable. Andrea Malavé, una residente de 26 años, expresa un sentimiento que muchos comparten: el temor de que los entrenamientos bélicos regresen a su comunidad. Las cicatrices de esas operaciones todavía persisten, desde la contaminación del suelo hasta los problemas de salud de los habitantes. La salida de la Marina, tras un estallido social a finales de los años 90, fue un alivio, pero la reciente llegada de más militares ha reavivado una herida que nunca sanó por completo.

Incertidumbre ante la falta de información
A pesar de que el gobierno local describe las maniobras como «rutinarias», la situación es más compleja. Mientras EE. UU. despliega buques y miles de efectivos en aguas cercanas a Venezuela como parte de su estrategia antinarcóticos, una unidad élite de la Infantería de Marina realiza ejercicios militares anfibios en suelo puertorriqueño. Medios internacionales reportaron que diez aviones de combate F-35 se enviarán a la isla, lo que genera aún más incertidumbre. Esta falta de explicaciones claras por parte de la Casa Blanca y el Pentágono alimenta la desconfianza de una población que, por su estatus territorial, no tiene poder político para contradecir al ejército estadounidense.
La situación es vista de manera muy diferente por los líderes políticos. Mientras la gobernadora Jenniffer González Colón respalda firmemente las acciones de EE. UU. como una garantía de seguridad, figuras como la congresista Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio-Cortez han expresado su preocupación. Velázquez declaró su oposición a la «militarización de Puerto Rico», advirtiendo que podría revertir décadas de lucha y poner en riesgo la salud y el bienestar de las comunidades. Su postura resuena con la de muchos puertorriqueños que ven la isla no como un enclave militar, sino como un hogar que merece ser protegido de cualquier daño.

La historia de Puerto Rico como bastión militar de EE. UU. no es nueva. Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, la isla fue un punto estratégico crucial. El profesor de ciencia política Javier Colón Morera explica que, aunque los ejercicios militares se redujeron después de la salida de la Marina de Vieques, la teoría del «zapato viejo» siempre ha estado en juego: el ejército no lo usa, pero tampoco lo cede, porque podría necesitarlo de nuevo. De hecho, la base de Roosevelt Roads, que fue utilizada para apoyar invasiones como la de Granada y Panamá, está siendo nuevamente empleada en los actuales entrenamientos, lo que subraya la importancia estratégica de la isla para las fuerzas armadas estadounidenses.
Para los puertorriqueños, el tema de la desmilitarización es un punto de consenso. A pesar de las diferencias políticas entre los que defienden la independencia y los que apoyan la anexión, existe una oposición unánime a que se reanuden los ejercicios militares, especialmente aquellos que involucran munición viva. Este capítulo histórico, que unió a la gente en protestas de desobediencia civil y atrajo la atención internacional, sigue vivo en la conciencia colectiva. Por eso, a pesar de las promesas del gobierno de que la Infantería de Marina no regresará a Vieques, la tensión y la vigilancia persisten entre sus habitantes.
