1 DE SEPTIEMBRE DEL 2025, INTERNACIONAL. Una nueva y preocupante tendencia está emergiendo en la frontera norte de Estados Unidos: el número de ciudadanos estadounidenses que solicitan asilo en Canadá ha aumentado significativamente, superando en la primera mitad de este año el total del año pasado. La historia de Hannah Kreager, una joven transgénero de 22 años, ilustra esta realidad. Ante un ambiente que activistas y organizaciones describen como cada vez más hostil para la comunidad LGBTQIA+, Kreager decidió abandonar su país natal. El temor a la persecución transgénero no es infundado; una ola de legislaciones y políticas a nivel estatal y federal ha puesto en riesgo la atención médica de afirmación de género, el acceso a servicios básicos e incluso el uso de pronombres.

Para Hannah, la gota que colmó el vaso fue el rumor de que el presidente Donald Trump podría invocar la Ley de Insurrección, lo que le hizo temer por su seguridad y la validez de sus documentos. Aunque ya había actualizado su licencia de conducir, su pasaporte aún la identificaba con su nombre anterior y un marcador de género que el gobierno federal dejó de procesar por decreto. La incertidumbre sobre qué pasaría si la detuvieran la llevó a tomar una decisión drástica: conducir hasta la frontera con Canadá y solicitar asilo. Hoy, mientras espera la resolución de su caso, su abogada, Yamena Asari, considera que su situación podría sentar un precedente para otras personas que también enfrentan la persecución a la identidad de género en EE.UU.
Un contexto de leyes anti-trans
La decisión de Hannah Kreager no es un caso aislado. El Trans Legislation Tracker, una iniciativa que monitorea proyectos de ley, reporta un aumento sustancial de legislaciones que afectan a las personas trans y de género diverso. Solo en lo que va del año, se han aprobado 121 leyes y casi 1,000 están siendo consideradas en 49 de los 50 estados. Estas iniciativas buscan legislar en áreas como la educación, prohibiendo la «ideología de género» en las escuelas, o la salud, limitando el acceso a la atención para menores. A nivel federal, el gobierno ha firmado órdenes ejecutivas para restringir aún más los derechos de la comunidad trans, lo que organizaciones como GLAAD consideran un «aluvión de ataques».

Ante este panorama, la abogada de Kreager presentó una petición formal de asilo argumentando que su clienta «teme persecución por identidad de género en su país». Hannah, por su parte, es tajante al afirmar que ningún estado es seguro, pues las políticas federales pueden afectarla sin importar donde viva. Su caso no es el único; la abogada Asari ve cada vez más paralelismos entre la situación de su cliente y la de solicitantes de asilo de otros países, donde las minorías también enfrentan la falta de reconocimiento y protección del Estado.
Un futuro incierto para los transgénero estadounidenses
El proceso de asilo en Canadá es largo y no garantiza la aceptación, pero Hannah tiene permiso para trabajar y estudiar mientras espera una respuesta. Sin embargo, su caso se enfrenta a un doble desafío. Por un lado, la Junta de Inmigración y Refugiados de Canadá debe evaluar la validez de su temor a la persecución. Por el otro, el sentimiento antiinmigrante en Canadá está en aumento. Una encuesta reciente de Focus Canada reveló que por primera vez en un cuarto de siglo una mayoría de canadienses considera que hay demasiada inmigración, un sentimiento que se ha intensificado ante la crisis del coste de vida en el país.

A pesar de los obstáculos, Hannah se siente más segura en Canadá y su miedo a que su existencia sea «criminalizada» se ha disipado. Sabe que su situación es un privilegio que no todos en su condición pueden permitirse. Además, el contexto político en Estados Unidos podría cambiar en los próximos años, lo que podría debilitar su argumento. Sin embargo, ella se mantiene optimista. «Si Canadá me deniega el asilo, será porque las cosas están mejor», dice con una esperanza que resuena en la experiencia de muchos otros ciudadanos transgénero que buscan una vida más segura fuera de su país.
El concepto de «asilo climático» está ganando terreno en el derecho internacional, aunque no es reconocido formalmente. Similar al asilo por persecución política o social, este tipo de protección se aplica a personas que huyen de su país debido a desastres naturales, sequías extremas o el aumento del nivel del mar, efectos directos del cambio climático. Por ejemplo, en 2021, un tribunal de Nueva Zelanda otorgó asilo a una familia de la isla de Tuvalu argumentando que las condiciones ambientales extremas en su país natal ponían en riesgo su vida. Este concepto podría sentar un precedente para que en el futuro, los gobiernos consideren el asilo para aquellos que huyen de su país debido a condiciones climáticas extremas. Aunque no es aplicable directamente al caso de Hannah Kreager, demuestra cómo el derecho internacional se está adaptando a nuevas formas de vulnerabilidad y migración forzada.