Si bien Ciudad Satélite se construyó como una alternativa para alivianar el crecimiento urbano en CDMX, ¿sabían que su historia surgió a partir de un ambicioso proyecto para construir una “ciudad del futuro” que, por cierto, nunca concluyó?
Sí. Ciudad Satélite estaba pensada como la entonces próxima ciudad del futuro en la década de los 50 del siglo XX, en contexto del crecimiento urbano de CDMX —y de los proyectos de planificación urbana que combinaría distintas disciplinas arquitectónicas, entre ellas la arquitectura emocional.
El proyecto de esta ciudad del futuro indicaba que sería autónoma, dotándose de sus propios servicios e industrias. Aquí la historia oculta de Ciudad Satélite y sus bellas torres.
Historia de Ciudad Satélite: una ciudad fuera de la ciudad
“Como consideramos que no es posible reconstruir y rezonificar la ciudad para formular su trazo, su cometido y función desde los lineamientos de un programa de planificación integral, como por otra parte abrigamos la convicción de que no es tampoco decisivamente válida una solución hacia dentro (…), estamos proponiendo un orden de desplazamiento, mediante núcleos satélites de estructura autónoma, planeados para ofrecer un sistema de vida adecuado a las posibilidades técnicas de nuestra época. A esa función, ese propósito y a ese objetivo responde la fundación de Ciudad Satélite”.
Este es un fragmento de la explicación que Mario Pani, arquitecto encargado del proyecto de Ciudad Satélite, publicó para presentar el concepto de una ciudad fuera de ooootra ciudad.
La reflexión fue publicada en el número 60 de la revista Arquitectura México —en diciembre de 1957— como parte de un texto donde Mario Pani desmenuzaba los retos urbanísticos ante el crecimiento de Ciudad de México.
(El texto en cuestión, si les interesa buscarlo, es ‘México, un problema, una solución’ y la parte que corresponde al territorio sateluco es ‘Ciudad Satélite, la ciudad fuera de la ciudad).
Una utopía al norte del Valle de México
Palabras más palabras menos, Mario Pani ponía en la mesa la importancia de desarrollar proyectos urbanísticos integrales fuera de Ciudad de México.
Algo así como una utopía urbana cuyo objetivo era el bienestar social, proveyendo a la ciudadanía de los elementos necesarios para que viviera en una comunidad digna.
Esta especie de utopía tendría todos los servicios, una terminal de autobuses, el espacio para la construcción de edificios que albergaran oficinas, oficios, industrias, casas, unidades habitacionales, escuelas, hospitales, el diseño de zonas de recreación como parques, cines, teatros… pero que no implicaba un gran desplazamiento para acceder a ellos.
Si lo vemos desde nuestra perspectiva, en pleno siglo XXI, la idea de Mario Pani era algo parecida a la propuesta de las ciudades de 15 minutos, ¿no?
Espacios urbanos donde la gente puede hacer su cotidianidad sin necesidad de aventarse tremendo tráfico, aunque la diferencia con el planteamiento del arquitecto de CDMX es que las ciudades de 15 minutos apuestan por una movilidad sin el automóvil.
Cosa contraria al planteamiento de Pani, que consideraba el auto como un elemento esencial de la movilidad en Ciudad Satélite por la época modernista y el llamado “milagro mexicano” o la bonanza económica para la clase media mexa—recordemos que estamos hablando de la década de los 50 del siglo XX.
De eso se trataba el proyecto que Mario Pani esbozó con el artista José Luis Cuevas en 1954, después de la aventura de la construcción de Ciudad Universitaria —que cobró forma gracias a un proyecto del mismo Pani y Enrique del Moral
De la Hacienda de Cristo a la ciudad del futuro
Ok, ante el desafío del crecimiento poblacional y urbano en CDMX, en la década de los 50, un grupo de arquitectos se puso chambear en distintas soluciones.
Uno de ellos fue Mario Pani con la ciudad del futuro o la ciudad fuera de la ciudad que ya les platicamos.
En este contexto, en 1951 el entonces presidente Miguel Alemán decidió expropiar unos terrenos de los que era propietario, ubicados en Naucalpan, Estado de México.
Se trataba de 16 hectáreas que alguna vez pertenecieron a la Hacienda de Cristo y que un militar le había regalado a Miguel Alemán antes de que este se convirtiera en el presidente de México.
El punto es que Miguel Alemán invitó a Mario Pani para que coordinara la construcción de una especie de suburbio o proyecto residencial que fuera similar a los construidos en Estados Unidos e Inglaterra.
El proyecto en cuestión era parte del Plan Regional Norte de Ciudad de México —zona donde se apostaba por el crecimiento industrial, en especial en Naucalpan.
Luego, en 1957 el gobierno de Edomex dio el visto bueno para la construcción de Ciudad Satélite y el resto fue historia… aunque no tan conocida.
El satélite de CDMX
Estas hectáreas del Edomex estaban ubicadas en una zona estrategia porque hacían intersección con el Eje Central o Camino de la Construcción que iba de Piedras Negras, Coahuila hasta Ciudad de México.
Además de su buena ubicación y de los principios urbanísticos propuestos por Mario Pani, la ventaja de Ciudad Satélite es que estaba relativamente cerca de CDMX y, al mismo tiempo, tendría su propia autonomía y cumpliría con la máxima de que tendría espacios habitacionales tanto para la clase alta como la media y trabajadora.
Una chulada que después se configuró con el discurso de la arquitectura emocional, pues el equipo de colaboradores de Mario Pani —junto con el mismo arquitecto chilango— trazó una ciudad no sólo por su funcionalidad y modernidad, sino por las emociones que despertaría en sus habitantes.
Las Torres de Satélite
La historia de Ciudad Satélite también es contada con nombres de los arquitectos Domingo García, Miguel de la Torre, Luis Barragán, Mathias Goeritz y el escultor Jesús Reyes Ferreira.
Los tres últimos trabajaron en las famosas Torres de Satélite que formarían parte de una de las dos plazas o entradas de esta ciudad del futuro.
En el proyecto original, las Torres de Satélite serían parte de la plaza Sur de esta ciudad —sí, porque se planeó la construcción de dos plazas, la Sur y Norte, que servirían para marcar los limites territoriales de este satélite urbano.
Con respecto a la plaza Sur, la idea fue construir 7 torres —al final fueron 5— que sirvieran para dar la bienvenida a los/las chilangas a Ciudad Satélite, respondiendo a los principios de la arquitectura emocional que abanderaban a Luis Barragán y Mathias Goeritz.
Esta corriente apostaba por retomar los símbolos nacionales y, a su vez, construir para inspirar o mover las emociones de quienes habitaran/visitaran estos sitios.
En el artículo académico ‘Las Torres de Satélite: ruina de un proyecto que nunca se concluyó’, su autor Daniel Garza explica que las torres tendrían una serie de flautas o silbatos encima para que el viento produjera determinados sonidos.
Todo en sintonía de los principios de la arquitectura emocional que conjugaría los espacios públicos con la naturaleza y las emociones de la gente.
Al final no pasó nada con esa propuesta, ni tampoco con la construcción de la plaza Norte, para la que estaba contemplada un muro de proporciones “colosales”, según relata Garza.
Para gente experta, lo cierto es que las Torres de Satélite son una estela del proyecto de Pani.
Las ciudades satélite
¿Por qué fueron una estela Porque Pani también puso en la mesa la construcción de varias ciudades satélite en la periferia de la mera Ciudad de México.
Esta, en Naucalpan, sería la primera de un proyecto que debía escalar y encontrar sus ciudades hermanas para solucionar los retos del crecimiento urbano y descentralizar CDMX. Sin embargo, eso no sucedió.
¿Qué pasó?
El proyecto tenía encima dos caras: la del bienestar social de Pani y el residencial que fue abrazado por contratistas que vieron en Ciudad Satélite una oportunidad inmobiliaria —en la que resulta que participó un exingeniero nazi que estuvo construyendo fraccionamientos en esta zona y Cuautitlán, de acuerdo con lo investigado por el escritor Daniel Saldaña.
Al final sí se construyeron las supermanzanas, algunos puntos comerciales, un centro comercial pero se dejaron a un lado los principios de la arquitectura emocional, de la autonomía de la ciudad, de la equidad entre vecinos —pues se planeaba que ahí convivieran familias de distintas capacidades económicas.
Y la ciudad del futuro que tanto emocionó a Pani se diluyó en la falta de interés de las autoridades de llevar a cabo el proyecto original, los contratistas y las inmobiliarias.
¿Ustedes qué opinan? ¿Les hubiera gustado vivir en una ciudad de este calado?