
ROMA (AP).— La fragilidad del papa Francisco quedó a la vista de todos cuando salió del hospital Gemelli de Roma el domingo pasado, tras cinco semanas de lucha contra una neumonía que casi lo mata.
Apenas pudo levantar los brazos para bendecir a la multitud. Tenía los ojos hundidos y el rostro hinchado. Y le costaba visiblemente respirar cuando lo llevaron de vuelta al interior en silla de ruedas desde el balcón.
A lo largo de la historia, los poderosos han ocultado sus debilidades. El káiser Guillermo II de Alemania, la figura más fotografiada de su época, se esforzó por ocultar su brazo tullido. Franklin Delano Roosevelt escondió que utilizaba una silla de ruedas. Más recientemente, el expresidente estadounidense Joe Biden desestimó las preocupaciones sobre sus capacidades cognitivas.
En contraste, Francisco, un líder espiritual y no político, nunca ha rehuido de mostrar su debilidad. Para muchos, su disposición a ser visto durante su enfermedad funciona como ejemplo tanto para jóvenes como para mayores de que la fragilidad es parte de la condición humana, y debe ser aceptada.
“¿A quién le importa si tenía los ojos hundidos? ¿A quién le importa si se ve hinchado? Es parte de su historia de vida. Él sabe que va a terminar. Lo vi viviendo su vida. Quiere seguir haciendo lo que hace mejor”, dijo S. Jay Olshansky, gerontólogo de la Universidad de Illinois en Chicago.
El Papa de 88 años, quien ejerció el poder desde su suite en el hospital, es representativo de “un cambio drástico en el número de personas que llegan a la vejez extrema, y muchas pueden seguir funcionando a un nivel extremadamente alto”, agregó Olshansky, quien citó la “inteligencia cristalizada”, que es la acumulación de conocimiento y experiencia que permite una mejor toma de decisiones.
Para los católicos, la fragilidad del Papa es un componente esencial de su ministerio de inclusión, el cual predica en contra de tratar como desechables a quienes han sido marginados, dijo el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida.
“La fragilidad, para nosotros los creyentes, no debe evitarse ni excluirse. Al contrario, es una gran enseñanza”, declaró Paglia en una entrevista. “Contrasta profundamente con una cultura orientada a la eficiencia, con una cultura del rendimiento”, agregó.
En su tradicional Ángelus, el Santo Pontífice instó a que los fieles vivan la Cuaresma previa a la Pascua “como un período de sanación”.
“Yo también lo estoy viviendo así, en mi alma y en mi cuerpo”, dijo Francisco por escrito, el séptimo domingo consecutivo que su enfermedad le ha impedido dar la bendición desde una ventana con vista a la Plaza de San Pedro, como es su costumbre.
También ofreció oraciones por las zonas en conflicto, como Ucrania, Oriente Medio y la República Democrática del Congo, y por las víctimas del terremoto en Birmania.
La Iglesia “no es un Estado ni una empresa. Es una comunidad de fieles, una familia. Y en una familia es posible ejercer un liderazgo con autoridad, incluso si no se está en la plenitud de la fuerza física”, dijo Paglia. Además, añadió que era una lección importante también para los jóvenes, “quienes deberían comprender que ellos también son frágiles, de lo contrario se encierran en sí mismos”
Pontífice Enseñanzas
Francisco abraza la fragilidad como parte de su mensaje pastoral y de inclusión.
Ejemplo vital
Especialistas ven en la actitud del Papa una lección de vida: aceptar la vejez y continuar aportando desde la experiencia acumulada.
Testimonio cristiano
La fragilidad, lejos de ser un obstáculo, es una enseñanza espiritual que Francisco transmite.
Cultura opuesta
Su actitud contrasta con una sociedad enfocada en la productividad, donde la debilidad tiende a ser marginada.
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